Alfonso Rojo

El nombre de las cosas

El nombre de las cosas
Alfonso Rojo. PD

El método para convertir un problema en una catástrofe es ignorarlo y el camino infalible para perder una guerra es no entrar en ella con todas tus fuerzas y decisión.

Y en eso estamos. Les propongo una prueba. Hagan de tripas corazón, conecten el televisor o la radio y escuchen cualquiera de los programas dedicados a la carnicería de Londres.

Cuando estén hartos de detalles, se sepan de memoria los centímetros de los cuchillos empleados por los matarifes y les hayan regalado los oídos con las preceptivas soflamas sobre democracia, hagan recuento sobre el número de veces que han escuchado la palabra ‘Islam’. Se lo digo yo: ninguna.

Los que disertan en plató, sean políticos, periodistas o profesores, reiterarán harán la saciedad términos como terrorista, fanático o yihadista, pero harán contorsiones y todo tipo de eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre.

Da igual que los asesinos degüellen gritando ‘¡Alá es grande’!’. No importa que los que despedazan 22 niños en un concierto, se hayan envenenado en la mezquita del barrio. Tampoco que tengan como mentor a un imán y maten convencidos de ir al Paraíso de Mahoma.

Lo que pontificarán los ‘expertos’, los responsables de la seguridad de nuestros hijos, es que esos crímenes no tienen nada que ver con la religión de los que los perpetran.

Pues no señores. Como acaba de dejar patente, tarde pero al fin, la primer ministro Theresa May, lo que une los atentados de Gran Bretaña -y los de Niza, Berlín y muchos otros- es el concepto diabólico del Islam que profesaban sus autores. No la edad, marginalidad, raza o lengua.

Y se va a la raíz, se actúa al primer síntoma contra los sembradores de cizaña, se hace caer el peso de la ley sobre los encubridores, se expulsa al pernicioso y se exige responsabilidad a la comunidad o estamos perdidos.

Habrá que pasar por encima de tipos como Monedero, quien en 2011 escribía en Twitter «que la lucha del pueblo árabe salte como la pólvora a Europa y EEUU» o como Miguel Ángel Revilla, ese que hace dos días declaraba en el online de Pedrojota que «el origen de todos los atentados yihadistas es la foto de las Azores».

Bush, Blair y Aznar se retrataron el 15 de marzo de 2003 y antes de esa fecha ya habían sucedido masacres como el 11S, la discoteca de Bali, las embajada de Nairobi, el World Trade Center…

Revilla, no seas zoquete: nos odian por lo que somos, no por lo que hacemos. Y quizá también un poco, por lo que ellos no pueden ser.

ALFONSO ROJO

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