Juan Pérez de Mungía

La memez emocional

La memez emocional
Cerebro, inteligencia, memoria y recuerdos. EP

La forma mas expresiva de la conducta irracional es la defensa a ultranza de las emociones y los sentimientos. Ya Darwin escribió acerca de las emociones en los animales y en el hombre para señalar que forman parte de las formas de conducta mas primitivas y arcaicas en tanto son ciegas a los resultados de la propia acción. Cuando las preferencias se conforman en términos de me-gusta, no-me-gusta sin responder a la reflexión, estamos frente a un estado de conciencia que elude considerar las consecuencias de tener una cierta creencia. Existen creencias que facilitan la vida y la adaptación a la realidad del sujeto, y existen creencias que ponen obstáculos a la vida, creencias irracionales que hacen perder la vida propia y ajena. No hablamos sólo de las creencias religiosas que destruyen la vida, como la aversión a las transfusiones y las prácticas normativas del creyente en abluciones y ritos.

Ahí tenemos el papel que se atribuye a la homeopatía, el rechazo a las vacunas, la atribución de propiedades maravillosas a hierbas y menjunjes, etc. El modo en que se presenta el individuo en sociedad a través de la vestimenta, y la autodecoración, el empleo de pulseras votivas, y banderas arcoiris, el empleo del velo, son, todas ellas, restricciones orientadas a impedir el conocimiento de otros seres humanos, son todas ellas, expresión de ese estado emocional de buscar el afecto de una tribu de iguales en búsqueda de un bienestar imaginario. Es como si por el hecho de ser vasco, yo mismo sintiera una afinidad esencial hacia cualquier forma de vasquismo. ¿Es tan difícil reconocer que existen vascos estúpidos, y vascos extraordinarios?. Me repugna pensar que Sabino Arana puede asemejarse en modo alguno a vascos universales, y mas aún me repugna pensar que estos vascos universales son mas universales por ser vascos de los que lo puedan ser tantos y tantos que no pertenecen, para algunos, a la tribu vasca. ¿O es que puede falsificarse la realidad y comparar al chapero y al modelo de la tribu marica con el genio intelectual y torturado de Alan Turing?. ¿Puede acaso identificarse la conducta de un ser humano por la conducta de sus órganos?. Y así ocurre con todo, hoteles para maricas, residencias para maricas, bares para maricas, pantalones para maricas, pulseras para maricas, etc. Parece que se encuentra en extinción la tribu gótica que inauguraran para el público ordinario las hijas de Zapatero en el MOMA. Se puede ser marica o no, pero lo que no sería de recibo es ser memo. Incluso podría cambiar el famoso día de los mercaderes, y llamarlo el Día del Orgullo Memo.

No hay mas que mirarse a los ojos para saber cuán distintos son los que se creen iguales. Como es natural lo único que compartimos los seres humanos es tener los mismos órganos aproximadamente en los mismos sitios, incluidos todos los orificios para el intercambio de fluidos y estar ergonómicamente impedidos para cualquier fantasía. Cualquier sujeto racional rechazará creerse idéntico a otro por el sólo hecho de compartir la conformación del culo, el sexo y las piernas. No hay nada mas artificial y absurdo que creer que los estados de alegría o de tristeza son la expresión mas fuerte de parentesco. No hay nada más estúpido que creer que las expresiones emocionales son universales; todas las expresiones emocionales son sociales y dependen de cada cultura más que de un modo universal de expresión.

Pues, ni por esas. Llevamos años escuchando una palabrería malsana e irracional sobre la inteligencia emocional, el optimismo compulsivo, la cognición sentimental, el parentesco funcional de la libido y la escritura, que parece que todo el personal se haya anestesiado con el sucedáneo de ser feliz por sólo aparentarlo, o ser feliz por ensayar lo que los romanos ya reconocían como propio de los imbéciles, «Risus sine re, signum est stultitiae«. Hasta se hacen talleres para reirse sin mas motivo que ver al monitor reirse. Como las estampidas de búfalos en las películas del oeste americanas, todos se lanzan al abismo sólo por imitar a los que corren su lado. ¿Se ha visto alguna vez tanta estupidez?. Estos talleres se han hecho habituales como las charlas sexuales de trans y lesbianas en las escuelas públicas, para la normalización de la pederastia a través de la genitalización de los escolares, al calor de la impúdica defensora de los vientres de alquiler, Cifuentes. Tan moderna que se ha pasado de largo con lo que ninguna feminista consecuente, incluido Pedro Sánchez, se ha atrevido a postular. Podría haber esperado a que existieran en el mercado de órganos, úteros artificiales perfectamente funcionales, porque todas las discriminaciones al final son discriminaciones tecnológicas, y todo el mundo podrá disfrutar de tetas, vulvas y penes sin más que solicitarlos a la sanidad pública, modelo Cifuentes. Algunos incluso querrán disponer de más de lo mismo.

Admitámoslo, las modas emotivas y sentimentales, el aprendizaje y el entrenamiento sentimental son sandeces como todas las modas. Llegan a España tarde y viven su eclosión después de que hace mas de veinte años lo introdujera en nuestro cuerpo un psicólogo americano de infausta memoria. Son una suerte de metaciencia emparentada con el yoga y la brujería, con la magia y las creencias místicas. La expresión de unas creencias sobre un modo de ser artificial en contra de cualquier forma de pensamiento científico. Ya se dijo hace unos cuantos años: la psicología profunda tiene siempre un aspecto bastante superficial. Son sospechosos los pingües beneficios que obtiene tanto gurú, la mercadotecnia de los amuletos, los mensajes de la psicología positiva, el repudio de opiniones ajenas incómodas para las propias creencias irracionales, el intento de reducir las relaciones asociativas de la corteza cerebral a profundos impulsos de la amígdala, el núcleo caudado y el putamen. Un estado de cosas que alimenta a los comisarios de la conciencia, a las SS del nuevo fascismo de la corrección política, de la negación de la naturaleza, del silenciamiento de quienes son todavía capaces de pensar, y ocultación de la evidencia, Este dialogo entre el pensamiento arcaico y el moderno ha devenido en una suerte de filosofía que alimenta los libros de autoayuda que en muchos casos conducen al suicidio, primero intelectual y luego físico pues hete aquí una mística semejante a la que alimenta a los veganos, los que mueven el esqueleto en clases de baile, o corren maratones hasta la extenuación o sencillamente cantan Hare Krishna, Krihsna Hare.

No existe mayor inteligencia emocional que la que tiene un camello que te escupe a la cara si le tratas mal o te pones a tiro de sus belfos y muchas personas, imbuidas de esta religión se pasan el día vendiendo productos de muy variada naturaleza con el fin de que uno se sienta mejor, desde productos hormonales hasta drogas sintéticas amparadas por la farmacologií del comportamiento. Es la psiquiatría barata, una estafa médica consentida, basada en la pastilloterapia que tiene como epicentro oral el Prozac pero igualmente un buen canuto puede proporcionar esa relajación de los músculos faciales que provocan una risa fácil y reconocible en las personas que se fuman estos cigarrillos de la risa a beneficio de los islamistas.

Llevamos desde 1985 en EEUU y más tardíamente en España leyendo toda suerte de conjeturas y asistiendo a toda clase de cursos de formación donde unos entrenadores, los llaman coachers, -por aquello de que el inglés enmascara la estafa-, donde los tutores nos ayudan a sentirnos relajados y en perfecta armonía con el entorno y con nuestros compañeros de trabajo, como si esto fuera posible, sean psicópatas emocionales, personajes tóxicos o incluso jefes. Los suicidios de France Telecom no habrían tenido lugar para estos gurús del entrenamiento personal.

La inteligencia emocional no cumple mayor papel que el derivado de tomarse unos copazos y estar deslenguado con alguna persona para posteriormente resolver, en el mejor de los casos, el asunto emocional, mediante un acercamiento corpóreo y un intercambio de fluidos. El gregarismo se amplifica en la compañía, y la soledad reflexiva se cura al parecer con el gregarismo. Olvídese pues de interpretar lo que le sucede, sea paciente, deje de ver la televisión, deje de comer compulsivamente y deje de practicar deporte paramilitar para quemar las calorías previamente ingeridas. Reflexione, interiorice su conducta e interpele a su yo, si es que lo tiene mas allá del selfi, para que este, sin más cargas emocionales, pueda decirle, ¡Deja de hacer el idiota! Es sencillo y gratificante reconocer que uno ha hecho un conjunto de sandeces a lo largo del día y que el hecho de tildarlas con el epíteto emocional no sirve nada más que para que otros le saquen los cuartos.

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