Víctor Entrialgo de Castro

Del paro al Parlamento

Del paro al Parlamento
Víctor Entrialgo de Castro, abogado y escritor. PD

Una legislación electoral que permite que un alto porcentaje de nuestros Parlamentarios no haya trabajado nunca antes es un pasaporte para el fracaso político. Y a eso estamos asistiendo.

Mientras la ordenación del problema de los refugiados, el cambio climático, la colaboración antiterrorista, el futuro de nuestro sistema de previsión social, el techo de gasto, el paro y la economía esperan, aquí hay gente que se dedica a montar shows de variedades en el parlamento.

Pero héte aquí que apareció la diputada canaria Ana Oramas a salvar el honor del Parlamento con un discurso en el que convirtió en felpudo mirando al suelo al altanero de nuestra política, el prepotente que anda rebotado en guasap como alma que retrata al diablo, en la intervención más acertada, valiente, desveladora y brillante del Parlamento en mucho tiempo.

Está por analizar si la crisis del bipartidismo en los parlamentos europeos ha venido a regenerar o degenerar la política. Y si a medio plazo el bipartidismo, como en los paises anglosajones, va a volver o no.

No se trata tanto de simpatías como de física. No hay sitio para tantos. Porque una cosa es el síntoma, el hueco que la aparición de esas nuevas siglas reveló en el espectro político y otra cosa consolidarse como un elemento esencial de nuestro sistema político, que eso está por ver.

Estos juegos de alianzas para hacerse con el poder a través de una alternancia no natural sino forzada, no parecen producto del tiempo y la fuerza de las cosas, como la llegada del PSOE en 1982, ni menos aún conveniente cuando los enemigos de la unidad nacional están a la puerta del castillo.

No es de recibo que la abrumadora mayoria de diputados no sean hombres de un prestigio moral y profesional acreditado. Vergüenza difícilmente explicable que no hayan trabajado antes en otra cosa. Y más aún que una buena parte no sean más que delegados de curso ideologizados.

Lo suyo es puro teatro. Porque además no han sido elegidos directamente, sino por unos pocos manipuladores para los que hacen méritos con excentricidades y salidas de pata de banco. Estos líderes de poca monta que miran por encima del hombro como sólo hacen los dictadores, no representan al pueblo sino a sus organizaciones. Y en realidad, al pequeño grupo que las controla en cada momento.

Es precisa la reforma electoral que nos permita, conforme a las normas de proporcionalidad, elegir a nuestros diputados de distrito, hombres que por su trayectoria y categoría personal en la vida pública se hayan hecho acreedores de la dignidad de ostentar el mandato de representación en las Cortes de la Nación.

Luis Racionero escribió en su dia un libro brillante y premonitorio «Del paro al ocio». Hoy tendría que añadir un capítulo «Del paro al parlamento». Un parlamento en el que el Sr Iglesias, igual que en un escenario, finge su dolor barato cuando su drama no es necesario y no debe seguir fingiendo, qué bien le queda el papel, después de todo parece que esa es su forma de ser.

Ana Oramas y su intervención en el Parlamento ha desemascarado al personaje como nunca antes y ha vuelto a desvelar a muchos que lo tienen olvidado, que Pablo Iglesias, su organización y su estrategia, pagada por Irán y diseñada igual que en Venezuela, es un peligro para este pais.

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