Que nadie tenga duda: la religión más atacada en España es el catolicismo, que es también el credo mayoritario.
Semejante contradicción nos obliga a aclarar otra vez que una cosa es que el Estado democrático y moderno de España sea aconfesional, y como tal se reconozca en la Constitución, y otra bien distinta es que la sociedad no sea religiosa, no profese sus creencias ni necesite asirse a una idea de trascendencia para vivir.
Ese mismo Estado moderno y aconfesional está obligado a garantizar la libertad de fe de todos, empezando por la de los católicos, que representamos el 80% de la población.
Lo que intentan los populistas de extrema izquierda es mostrar de nuevo su rostro más sectario y totalitario, a través del acoso a los cristianos mediante las estructuras de poder que ellos ahora mismo controlan.
Como siempre a lo largo de la Historia, una minoría violenta y chillona se impone a la mayoría, que se muestra cobarde y silenciosa.
No se trata de imitarlos en su persecución, ni de perder la fuerza moral que en este terreno nos asiste a los católicos. Sencillamente, hay que poner en valor el principio de que la misma ley que ampara tu libertad protege la mía.