Manuel del Rosal García

Bolardos

Bolardos
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. AD

Los bolardos son postes de pequeña altura fabricados en metal ya sea aluminio fundido, acero inoxidable o hierro que se anclan al suelo para impedir el paso o el aparcamiento de vehículos

Los establecimientos los vienen empleando para protegerse de un alunizaje. Los ayuntamientos los instalan en lugares donde se necesita protección para los peatones que andan por aceras o bulevares colindantes con la calzada por donde circulan los vehículos de motor.

No, no había bolardos en las Ramblas de Barcelona. El gobierno de Puigdemont y la alcaldía de Ada (cuidado, no Hada), había rechazado el consejo del ministerio de Interior a raíz de los últimos atentados sufridos en Inglaterra, Alemania y Francia.

Una recomendación nacida del sentido común que, mentes que no estén bloqueadas por el delirio independentista y las más rancias demagogias, hubieran, al menos, tenido en cuenta. Pero creer que Puigdemont y sus satélites así como Colau y sus íntimos podían haber actuado con un mínimo de raciocinio, es pedirle cotufas al golfo.

¿Hubieran podido evitar los bolardos la matanza? No lo sabemos; si sabemos que puede que se hubiese podido evitar semejante matanza.

La sociedad occidental está enferma. Eso lo saben muy bien los sociólogos, los psiquiatras, los antropólogos y los expertos en el comportamiento humano. Uno de los síntomas de su enfermedad es que carece de bolardos sociales para su defensa, para ser fuerte y para hacer frente al desafío de quienes van a por ella al precio que sea.

Los bolardos sociales que protegían a los ciudadanos de quienes, aprovechando los resquicios de la ley, los amenazan en cualquier sentido; han sido desmantelados por una tolerancia mal entendida, por una igualdad imposible, por un buenismo nauseabundo, por una multiculturalidad que ha fracasado rotundamente, por un relativismo fétido y, últimamente según algunos partidos políticos, por un plurinacionalismo que rompe, fractura y separa.

Todos ellos han derribado los bolardos que las sociedades fuertes y sólidas colocaban entre la paz, la justicia y la ley y los que quieren destruirlas para que no fueran arrolladas y avasalladas por los vehículos del fundamentalismo, la tiranía, la demagogia y los populismos.

Esta sociedad ha derribado todos los bolardos que la hacían fuerte y sólida hasta convertirla en una sociedad débil y acomodaticia; una sociedad líquida, dúctil y maleable que llora a sus muertos. Mientras, ellos seguirán tapizando las calles de Europa con cadáveres de hombres, mujeres y niños y regándolas con su sangre inocente.

Manuel del Rosal García

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