Pero como Cataluña no es Texas, España no es Estados Unidos y el editorialista de «The New York Times» es un jeta, la receta que nos recomienda aplicar aquí es la contraria a la que aplicaría allí
Como Estados Unidos «lleva abusando de Texas durante cien años» y Texas «es una nación que da mucho más de lo que recibe», el Texas Nationalist Movement quiere «separarse de los Estados Unidos de América y crear su propio gobierno independiente».
Cada cierto tiempo presentan ante la Casa Blanca miles de firmas (125.000 en 2013) exigiendo su derecho a convocar un referéndum y, cada cierto tiempo, la Casa Blanca responde de la misma y sucinta manera:
«A la vista de la ley natural y de la Constitución, la unión de los Estados es perpetua».
Y a freír puñetas.
Hace 150 años que el Tribunal Supremo de EEUU cerró la puerta a cualquier intento de romper las reglas:
«Valoramos el sano debate político, pero no permitiremos que ese debate nos divida».
Por mucho que el Texas Nationalist Movement siga dando la tabarra y apelando al derecho de autodeterminación de los pueblos, nadie en Estados Unidos ha planteado la posibilidad de reformar la Constitución para adaptarla a las exigencias de los independentistas texanos, que si se saltaran la ley y convocaran un referéndum ilegal, esa misma noche dormirían en la cárcel sin que temblaran lo más mínimo los cimientos del Estado.
Pero como Cataluña no es Texas y España no es Estados Unidos, la solución nos la ha dado el «The New York Times»: lo mejor -ha dicho- sería que España permitiera celebrar el referéndum en Cataluña.
Muy bien, pero angustia pensar que ninguno de ellos se inquietó cuando Boadella tuvo que salir por patas de Cataluña https://t.co/pDzQpqvVYq
— Alfonso Rojo López (@AlfonsoRojoPD) 29 de septiembre de 2017
Si en Texas estuviera pasando la mitad de lo que está pasando en Cataluña -un proceso en directo de ruptura constitucional auspiciado por un independentismo que, además de saltarse la ley y las resoluciones de los tribunales de Justicia, está instando a la desobediencia civil-, el editorialista de «The New York Times» escribiría lo mismo que yo.
O sea, apelaría a la Constitución y al empleo de los instrumentos del Estado de Derecho para hacer frente al desafío.
Pero como Cataluña no es Texas, España no es Estados Unidos y el editorialista de «The New York Times» es un jeta, la receta que nos recomienda aplicar aquí es la contraria a la que aplicaría allí. Y con un argumento inapelable:
«En Texas no puede ser porque la unidad de EEUU es indestructible».
Caramba con el periodismo de calidad.