La alcaldesa de Barcelona ha hecho lo imposible por boicotear el constitucionalismo y ayudar al independentismo

Ada Colau y su Pisarello

Ada Colau y su Pisarello
Gerardo Pisarello, numero 2 de Colau, arranca la bandera española del balcón del Ayuntamiento de Barcelona, el 25 de septiembre de 2015. PD

La DUI no sólo se ha llevado por delante al independentismo, sumido en la compra compulsiva de pañales para contener la epidemia de colitis. También ha dado un sopapo a Podemos y sus satélites, esos partidos que, siendo lo mismo siempre, se ponen un apellido distinto para garantizarse su cuota de poder.

La ambiciosa Ada Colau, alcaldesa de Barcelona convencida de que algún día será la nueva Pablo Iglesias, es la más insigne representante -con permiso de Carmena- de ese filibusterismo podemita, de esa complicidad absoluta con la formación morada desde unas siglas complementarias a modo de bisutería que no cambian la esencia del proyecto.

Con el pirómano siempre

Todos ellos, desde el indescriptible Albano Dante Fachín hasta el ínclito Pablo Echenique pasando por los propios Iglesias o Monedero, se han pasado al bando secesionista, entre eufemismos y ridiculeces varias como pretender estar a la vez contra el 155 y contra la DUI, contra el pirómano y contra el bombero, en un aquelarre político en el que pretendían quemar ‘el Régimen del 78’ pero han salido ellos más achicharrados que un bistec en ‘La vaca argentina’. Quién sabe si para siempre.

El caso es que, viéndolo venir, la misma alcaldesa que tildaba de antidemocrática la restitución de la Constitución aprobada en el Senado; que impide siempre instalar pantallas gigantes para ver a la Selección en la calle barcelonesa o que, entre tantas cosas, ignoraba las manifestaciones constitucionalistas y puteaba a los asistentes evitando reforzar el Metro o echaba al Ejército de la Fira; ha intentado recular. Con un mensaje hipócrita hasta el hartazgo:

Sería bonito el tuit de la regidora de no ser falso y de no estar precedido por una ristra de decisiones y mensajes opuestas al supuesto espíritu de concordia y comprensión del que ahora, a duras penas, intenta convencer al respetable. Pero no cuela.

Es tan fácil desmontar el canto a la concordia de doña Inma que hasta produce sonrojo que se haya atrevido a hacerse la chachi tras meses y meses haciendo lo imposible por satanizar el constitucionalismo y alimentar el soberanismo.

Ada y su segundo

Recuerden sus tejemanejes para evitar que el Rey presidiera la manifestación contra el terrorismo tras los atentados en las Ramblas. Recuerden su defensa de una Cataluña «soberana» en la Diada alternativa que se montó junto a Iglesias y su colega de En Comú Xavier Doménech.

O recuerden, entre mil ejemplos, el respaldo de la alcaldesa a los célebres Jordis y su insistencia en llamarles presos políticos, precedida de unas acusaciones gravísimas a los Cuerpos de Seguridad sobre las agresiones sexuales -inexistentes- que según ella cometieron el día del referéndum ilegal que, por supuesto, ella apoyó.

Pero si doña Ada no recuerda nada de esto, nosotros sí: no se preocupe ante su repentino episodio de amnesia; hay hemerotecas y este Lector Perplejo tiene memoria de elefante para recordar los agravios.

Remesa de saldos argentinos

Y si hay algo que simboliza, como nada, la complicidad de Colau y Podemos con el nacionalismo más xenófobo de Europa, y el único que se atreve a pisotear la ley para hacerse luego el ofendido; es el comportamiento de su teniente de alcalde, Gerardo Pisarello.

Otra joyita enviada a España por Argentina en la misma remesa de saldos -¿Qué hemos hecho para merecer tanto castigo?- que Echenique, Fachín o Sor Lucía Caram. El tal Pisarello se hizo famoso en septiembre de 2015 por arrancar la bandera española de las manos al concejal del PP Alberto Fernández, que sólo intentaba colocarla en el lugar que le corresponde en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal.

Pero si eso fue vergonzoso, mucho más lo fue su actitud, que tampoco debe recordar. Nosotros sí: entre risitas o mirando para otro lado, respaldó a su número dos poniéndole una manita cómplice en el hombro, riéndole la gracia y, en definitiva, animándole.

Usted sí, usted. La que ahora dice «Bienvenidas todas las manifestaciones cívicas» cuando ve, bajo ese mismo Consistorio, cientos de banderas españolas como la que su Gobierno no quería poner y quitaba agresivamente a los ediles que intentaba compensar su ‘olvido’.

Y es que, estimada Ada, como decía Lincoln, se puede engañar a todos un tiempo y a unos pocos todo el tiempo; pero es imposible engañar a todos todo el tiempo.

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