CRIPTOSECESIONISMO

Se retractan de boquilla los independentistas pero no se les oye pedir perdón por los desperfectos causados por su desvarío

Se retractan de boquilla los independentistas pero no se les oye pedir perdón por los desperfectos causados por su desvarío
Montaje en Twitter con Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y Carme Forcadell.

VAN a acabar diciendo que todo era una broma. Ante la perspectiva de la cárcel, por un lado, y de perder las elecciones por otro, los separatistas parecen dispuestos a hacer, si necesario fuere, profesión de fe española.

De momento se han retractado del unilateralismo, han admitido que no tienen mayoría social y han declarado que la proclamación de ruptura fue simbólica.

Según el nuevo discurso, la secesión era una referencia figurativa, meramente retórica; una fuga hacia adelante, una independencia de la señorita Pepis improvisada en una calentura fogosa. No tenían plan B, ni apoyos internacionales, ni estructuras de Estado, y embebidos de pasión política como estaban se excitaron con una expectativa ilusoria. Para mantener cohesionados a sus partidarios se les fue la mano con la demagogia.

Se trata, naturalmente, de una estrategia de suavización del conflicto. Prefieren admitir un fracaso y un engaño antes que confesar la voluntad de cometer uno o varios delitos. Saben que el horizonte penal siempre es menos flexible que el político, y esperan la complicidad de los suyos para reconducir el procés fallido.

Conscientes de que la revuelta se ha frustrado y de que la resistencia carece de sentido, adaptan su proyecto a la dura realidad del 155. Lo van a intentar por otro camino menos escarpado, más pragmático, más disimulado, que provoque menos alarma y haga menos ruido.

Sin estridencias, sin saltarse etapas pero sin distraerse del objetivo. Con la renuncia aparente a la secesión por las bravas se abre la fase del criptoindependentismo.

Pero no se les oye pedir perdón por el daño causado ni por los desperfectos producidos. Han dividido a la sociedad catalana con un modelo de profundo sectarismo. Han desencadenado la fuga de 2.500 empresas y de 9.000 millones de euros en efectivo. Han provocado la suspensión del autogobierno, un boicot a las manufacturas y la mayor tasa trimestral de empleo destruido.

Eso en Cataluña; en el resto de España han generado una corriente de antipatía que desgarra los hilos de la convivencia sin ningún beneficio. Con su maldito designio han destrozado la economía, la concordia civil y el equilibrio político. Han originado una avería en el sistema sin obtener siquiera provecho para sí mismos.

Y encima, han violado las leyes, dado un golpe de Estado y violentado el ordenamiento jurídico. Y ante eso no valen contriciones de boquilla ni aspavientos de falsos arrepentidos.

El que la hace la paga; hay responsabilidades que depurar, consecuencias que afrontar y culpas que no pueden quedar sin castigo. No basta con decir que no ha pasado nada porque han pasado muchas cosas y tienen que ocurrir muchas más: para empezar, los principales autores del estrago han de comparecer en juicio.

Y aunque su gente les perdone la estafa, las urnas de diciembre no los van a absolver de los delitos que hayan cometido.

La tremenda cara que se le ha quedado al separatista de cabecera de Ferreras con el fiasco de la independencia

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