Puigdemont en Bruselas

Independentismo en Cataluña: El farol y la derrota

Creyó que el Estado le tenía miedo y ha acabado comprando comida para las palomas de la Grand-Place

Independentismo en Cataluña: El farol y la derrota
El futuro penal de Puigdemont, según Forges en 'El País' EP

Si al final le ha salido mal no ha sido por sus ideas, como él pretende justificar, sino por su indigencia mental y su ignorancia

El apestado de Bruselas ha dicho que se equivocó al pensar que Rajoy querría finalmente negociar y yo le creo. El catalanismo -y sobre todo el catalanismo que Convergència representa, desde la Lliga hasta el PDECat- es un farol constante al Estado y cree que todos comparten su condición de farolero.

Aquello a lo que los catalanistas llaman represión, violencia de un Estado autoritario o inmovilismo es sólo un presidente del Gobierno manteniendo su apuesta hasta el final, y muy concretamente éste: sin alardes y especialmente interesado en evitar cualquier conflicto innecesario.

El catalanismo se ha especializado en la astucia, en la argucia, en la absurda urna escondida en un campo de arroz, en el indemostrado sentimiento de superioridad moral, en el pretexto que todos alguna vez necesitamos para justificar nuestros fracasos.

Tanta retórica para tan poco resultado. Tanta arrogancia para acabar perdiendo. Tanto desprecio para tan contrario resultado. A veces me pregunto de dónde sacan el nervio para seguir tan ciegos, aunque la verdad es que tampoco me importa demasiado.

Pero más allá de lo que decidan los belgas respecto de una extradición que sería obvia en cualquier Estado vertebrado, lo cierto es que el apestado de Bruselas fue el primero que nunca creyó en lo que dijo, ni en lo que proclamó en el Parlament: y siempre calculó una vía de escape para lo que sabía que sería su seguro fracaso, y cualquier sentimiento masivo que inspiró fue el que inmediatamente traicionó cuando tuvo la obligación de elegir entre su ideología y su confort.

Si al final le ha salido mal no ha sido por sus ideas, como él pretende justificar, sino por su indigencia mental y su ignorancia de lo que un Estado es y significa y porque desde Gerona como concepción del mundo no se puede hacer otra cosa que hallar el fracaso más absoluto.

Creyó que el Estado le tenía miedo y ha acabado comprando comida para las palomas de la Grand-Place.

Payés errante, ¿dónde vas?

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