Hermanos portugueses

Luis Ventoso: «Lo raro no es el éxito internacional de Portugal, sino el poco de España»

Luis Ventoso: "Lo raro no es el éxito internacional de Portugal, sino el poco de España"
Portugal. PT

VIDAGO es un pequeño y agradable pueblo balneario del Norte de Portugal, a media hora en coche del orensano Verín. Viven allí 1.200 vecinos. La gracia de la localidad radica en su palaciego hotel, el Vidago Palace.

Fue un sueño Belle Époque de reyes lusos y gozó de gran esplendor. Hay quien sostiene que llegó a ser la hospedería termal de más boato de la Península.

Luego cayó en una cruel decadencia, hasta que en 2010 fue restaurado sin escatimar bajo el lápiz de Álvaro Siza, el Pritzker portugués. Recorriendo hace un par de veranos la villa de Vidago (lo cual requiere diez minutos), mi mujer y yo nos sentamos en una terraza y tomamos dos cortados.

«Un euro», dijo el solícito camarero a la hora de pagar. Le di los dos euros. «Nâo. Un euro os dois cafés», aclaró el del bar.

Como gallego, y por afición, conozco bastante Portugal y he ido mucho de vacaciones. Es un país encantador, sin duda. Me gusta su tranquilidad, su costa venteada por el Atlántico y el hecho de que muchos pueblos están mejor preservados que los españoles, pues la modernidad nunca irrumpió allí a codazos. También se hace grata la buena educación de la gente y su amabilidad instantánea (algo pegajosa si media negocio).

Portugal tiene un ritmo propio y un alma sosegada. Venera tesoros pequeños, que a veces aquí descuidamos: la librería añosa, la tasca literaria, el ultramarinos colonial. Pero seamos sinceros: en España se vive muchísimo mejor que en Portugal. El test del café de Vidago no habla bien del país vecino.

Al revés: los bienes de consumo caros indican una economía pujante. En cuanto se cruza la raya del río Miño y se pasa a Galicia, la vida se encarece. Eso quiere decir que se ha llegado a un lugar más rico. El PIB per cápita español está en 24.100 euros, frente a 17.900 de ellos.

Tampoco se sostiene el tópico de que con su giro a la izquierda apuestan más por el Estado del bienestar. No hay color entre nuestra sanidad pública y la lusa, con un gasto per cápita en España de 1.521 euros frente a 1.060 allí. En sueldos media un abismo: 26.710 euros contra 17.521.

Portugal acumula éxitos internacionales. Con Barroso presidió diez años la Comisión Europea. Un luso es el secretario general de la ONU y acaban de hacerse con la presidencia del Eurogrupo (la piedra de toque donde tropezó nuestro mitificado De Guindos).

¿Por qué logra esos éxitos el pequeño y rezagado Portugal? ¿Se trata de un país mejor y más querido fuera que España? No lo creo. España goza de inmensas simpatías, como prueba el hecho de que es uno de los países más visitados del planeta. ¿Qué nos falta entonces?

Los portugueses expresan sin remilgos su afecto por su nación, no reniegan de ella a todas horas, no sufren a chalados que quieren romperla, y sus gobernantes se han preocupado por trabajar en serio una buena imagen exterior. España está infrarrepresentada en las instituciones internacionales.

No ocupa su lugar. Nuestra izquierda predica que el país es un asco. Nuestra derecha ya tiene «muchos líos» y desatiende el futuro. Portugal, humilde, constante, cordial, es la hormiga que aprovecha la pitanza que deja la cigarra diplomática española.

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