!!!Uffff¡¡¡ Así debió sonar ayer el suspiro de alivio que soltaron los gerifaltes del PP, cuando llegó a La Moncloa el Barómetro del CIS.
Llevaban semanas que no les entraba un cacahuete a martillazos, acongojados por encuestas que hasta los colocaban en el tercer puesto y resulta que siguen primeros, tres puntos por delante del PSOE de Sánchez.
De un plumazo se les han quitado las penas y ya dan por supuesto que con la proverbial habilidad para aletargar rivales que tiene Rajoy, un par de bazas como la ‘prisión permanente revisable’ y la economía, en 2020 pasan del 30% y a disfrutar otros cuatro años de lo mismo.
No va a haber quien aguante a los populares en una temporada, pero yo me lo haría mirar.
En política, como en casi todo en la vida, lo importante es la tendencia y Ciudadanos va al alza y el Partido Popular a la baja.
Cierto que comparado con ese despelote que es el PSOE o el desquiciamiento de Podemos, el PP aparece como algo fiable y seguro, pero no es con esas dos entelequias, ambas a la baja, con las que competirá en próximas elecciones, sino con Cs y los de Rivera llegan a la pugna inmaculados, frescos, con aire juvenil y sin hipotecas, porque no han gobernado ni un ayuntamiento ni tenido siquiera oportunidad de meter la mano en la caja.
Cuentan los Cs con alguna gente muy buena, además de Girauta e Inés Arrimadas, pero yo he perdido la fe en Rivera y por primera vez les voy a revelar la razón.
Me llevaba muy bien con él, pero hace un par de años, en un bar en que el insufrible Evole lo reunió con Iglesias, el de la coleta le soltó, como quien da un consejo, que creía que le hacía daño que Alfonso Rojo, Arcadi Espada o Isabel San Sebastián manifestaran aprecio por él y Albert, en lugar de decir que era algo normal, porque los tres citados eran demócratas como él, soltó un torpe «la gente está harta del y tu más, pero a ti te apoya Maduro».
Aquella equiparación que hizo de nosotros, probos periodistas, con el verdugo chavista me dejó claro que Rivera comparte con los del PP un pecado mortal crónico en el político: la ingratitud.
ALFONSO ROJO