Las pelotas de la leona

Alfonso Rojo: «Carmena y los de Podemos quieren capar al caballo de Espartero»

Alfonso Rojo: "Carmena y los de Podemos quieren capar al caballo de Espartero"
El caballo de Espartero, junto al Retiro de Madrid. EP

Lo tengo claro: la próxima iniciativa parlamentaria de Podemos será cambiar uno de los leones de bronce que protegen la entrada de las Cortes por una leona.

No se si en su campaña contra el lenguaje androcentrista optarán por sustituir a Daoíz o a Velarde, que así se llaman los bichos, pero les aconsejo que elijan al felino de la izquierda, que no tiene eso que técnicamente se denomina saco testicular’ y el vulgo denomina pelotas.

Y una vez cogido impulso y con ayuda de Carmena y la tropa que nos ha colocado el PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, pueden demandar un apaño de genero en la fuente de Neptuno, otro en la Cibeles y tirando para el Retiro, modificar el monumento a Espartero, que es el que de verdad quita el sueño a esta panda de majaderos y a los periodistas que les hacen la ola.

La lengua española, rica en dichos y refranes, popularizó hace mucho una soez expresión para hacer hacer referencia a la valentía: «Tiene más cojones que el caballo de Espartero».

Lo apropiado para la progresía nacional sería empapelar al osado que se atreva a usar semejante frase, pero a la espera de una enmienda en el Código Penal, se conformarían con alterar el sexo del animal.

Mi duda, dado tanto derroche de estulticia, es si lo llamarían yegua o caballa, porque estos que han convertido en cotidiano lo de diputados y diputadas, padres y madres, portavoz y portavoza, funcionarios y funcionarias, miembros y miembras, son capaces de cualquier cosa.

Paradójicamente, habiendo estado tanto tiempo cobrando en la Universidad, Pablo Iglesias y sus colegas no saben que el uso genérico del masculino gramatical, cuando hablamos en castellano, se debe a algo común a toda lengua: economía y simplificación.

O sea, obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no diciendo con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos.

Yo tengo nueve hermanos, cinco varones y cuatro hembras, y nunca se me pasó por cabeza que mi padre, que era un tipo tremendamente moderno e inteligente, intentara hacer ‘invisibles‘ a las féminas de la familia cuando bramaba desde su despacho aquello de: «¡María Antonia! ¿Se pueden callar los putos niños que aquí no hay quien se concentre con tanto jaleo?»

ALFONSO ROJO

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