ANÁLISIS

Santiago López Castillo: «Obituarios»

Santiago López Castillo: "Obituarios"
Uno de los misterioso 'ojos' que aparecen en el cielo de Rurisa. RS

La televisión se ha convertido en una esquela y en un escenario de polvo y estrellas. Cuando doblan las campanas, no las de la Puerta del Sol sino las de difuntos, el ánimo se hace soponcio y tocas madera y pronuncias la consabida frase de que nos espere allá arriba muchos años. El otro día falleció mi colega Juan Rodríguez Ruiz, y encontró el solo palmo de tierra que necesitaba para vivir su muerte. Me lo comunicó mi amigo Juan Carlos Azcue que está bien vivo y coleando. Ruiz llegó a jefe de informativos de TVE y el día de autos iba a coger el tren de la fresa o qué se yo y se lo llevó el vagón de la muerte.

Digo esto porque en tiempos las esquelas eran lo que hoy es el «!Hola!» y Cela, como recordará el lector, era un gran coleccionista de estos avisos con sello de ida pero no de vuelta. En este sentido, y en mis andanzas alcarreñas, echamos una comida el genial literato, servidor (por orden de aparición) y el médico de Pastrana, don Paco, que salía en «Viaje a la Alcarria» (1948):

– Camilo -decía el galeno-, estoy muy mayor, tengo cáncer y me voy a morir…

– Paco -respondió el escritor-, eres un coñazo. Siempre te estás quejando, ¡cojones!

Se volvían a ver 35 años después. Se dieron un abrazo. Y tira para Burgos. Yo creo que ambos confluirían pocos años más tarde en las mismas vías y en los mismos andenes. Digo todo esto porque los obituarios son más o menos relevantes según la condición social y pensamiento ideológico. A Tierno Galván le tiraron los caballos de gala en un acto funeral de Estado; a Fraga, casi le corren a gorrazos, y, para abreviar, el ilustrativo Forges significó un brazalete negro en los cuerpos y almas de los periódicos con viñeta especial para los Blaisillos. No, miren. Los muertos no se tocan, nene, como dijo el lúcido e irónico creador de «La Codorniz» Álvaro de la Iglesia.

Asimismo, y para no vestir de riguroso luto a los pacientes lectores, refrescaré la memoria de los últimos acontecimientos luctuosos como son y como fueron las despedidas de Forges o García Trevijano en comparación con la muerte de Rita Barberá. Qué no decir de Pedro Rodríguez, el mejor periodista español del siglo XX por el que nadie derramó una triste lágrima. Pero es que era de derechas. Ahora, se hacen visitas guiadas a las tumbas de Pablo Iglesias y otros compañeros de viaje y de la casa del pueblo, y los ayuntamientos marxistas-leninistas resucitan las figuras de camaradas con sus manos manchadas de sangre. Honoris causa. Con dos cojones y un palito.

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