Análisis

Los españoles alimentamos la leyenda negra . Es un milagro que nuestra nación aún siga viva

Los españoles alimentamos la leyenda negra . Es un milagro que nuestra nación aún siga viva
Ilustración de Pablo Casado

Los propios españoles y muchos medios de comunicación patrios avivan la leyenda negra, al propagar las mentiras que difunden los enemigos. Amplían los defectos y silencian los éxitos, debilitando la posición del país en la UE y en el concierto de las naciones.

No escarmentamos. Seguimos siendo unos imbéciles (¡nada de llamarnos quijotes!) en un mundo de competencia feroz en el que cualquier Estado lanza dentelladas al más próximo y al más lejano para defender su posición en una sociedad global. A nosotros, por el contrario, nos encanta que The Times mienta con descaro y nos insulte en un editorial o que el New York Times haga lo mismo en sus páginas a propósito del independentismo en Cataluña. ¡Nos pone estupendos y hasta les bailamos el agua! ¿No es esto idiocia?

Los franceses han despedido con honores de Estado, presencia de todos los presidentes vivos de la república y del Gobierno en pleno, tañer de la campana mayor de Notre Dame, Marsellesa, minuto de silencio en todas las comisarías y colegios de Francia y desfile por calles de París, desde el Panteón de los Inválidos, el féretro del coronel Arnaud Beltrame, asesinado por el terrorista Redouane Lakdimun después de cambiarse por un rehén durante un asedio a un supermercado en el que el islamista asesinó a otras tres personas que mantenía secuestradas. Grandeza, honor, fraternidad. ¿Hubiera sido igual en España?

Y de remate y para nuestro escarnio, un tribunal galo condenó ¡en 72 horas! a un año de prisión en suspenso (el penado no ingresa en la cárcel), por apología del terrorismo, a un excandidato a las legislativas y antiguo miembro del partido La France Insoumise (LFI, izquierda radical aliada de Podemos), por regodearse en una red social de la muerte de Beltrame. Y si recurre la sentencia al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), ¿se atreverá este a condenar a Francia aduciendo que ese malnacido tiene derecho a decir lo que dijo en virtud de la sacrosanta libertad de expresión, como le acaba de ocurrir a España con similar condena a dos independentistas catalanes que quemaron una fotografía de los Reyes? Y si el juez del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condena a Francia, ¿los medios franceses de comunicación, empezando por los públicos, el Gobierno y los partidos de la oposición entonarán el mea culpa y difundirán la sentencia a los cuatro vientos, un día tras otro y a todas horas, o defenderán el honor mancillado de su nuevo héroe nacional, silenciando la condena?

Tiene toda la razón Elvira Roca Barea en sus comentarios, artículos y charlas, y en su soberbio ensayo Imperiofobia y Leyenda Negra: «Es un milagro que España siga existiendo». «Al asumir los tópicos de la hispanofobia se da por supuesto que todo lo español es malo, que lo que hay de español en nosotros es la peor parte de nuestro ser». «El intelectual español nace, crece, se reproduce y muere en un hábitat que exige la crítica nacional si se quiere conseguir algún respeto. Quien no la practique con la necesaria virulencia -subraya Roca Barea-, será calificado como mínimo de ignorante y cateto, y además de derechas«.

Lo vemos también en el tratamiento mediático que damos al independentismo catalán y a sus protagonistas a gastos pagados: todo el día difundiendo y ampliando sus difamaciones, patrañas y mentiras, sus andanzas y correrías de huidos de la justicia; las declaraciones de su legión de abogados, españoles y extranjeros, pagados con el dinero del contribuyente, que denigran a España; los insultos a nuestras instituciones y Estado de derecho; los comentarios (remunerados y por encargo) de determinada prensa internacional; el ir y venir por los pasillos y salones del Parlament de unos altivos don nadie encumbrados a la mamandurria del procés. Todo repetido hasta la saciedad en programas informativos, directos, tertulias de radio y televisión, debates, editoriales, páginas impares de prensa, charlas de café y peluquería. La búsqueda de argumentos a favor de Carles Puigdemont y en contra de la calidad de la democracia española, del carácter de los españoles y de la historia de España está alcanzando auténticas insensateces. Jorge Martínez Reverter se preguntaba hace días: ¿de verdad han llegado a pensar alguna vez los secesionistas que alterar la historia y las historias podría salirles gratis?

 

Ampliamos nuestros defectos y silenciamos nuestros éxitos

Somos nosotros y la mayoría de nuestros medios de comunicación los que propagamos las mentiras que difunden nuestros enemigos, los que desprestigiamos a España, ampliamos nuestros defectos y silenciamos nuestros éxitos, debilitando nuestra posición en la UE y en el concierto de las naciones. Y así desde el siglo XV. ¿Acaso Alemania (incluida su acojonada audiencia territorial del estado federado de Schleswig-Holstein), Francia, Italia, Reino Unido consentirían que una televisión pública regional estuviese 24 horas al día adoctrinando en el independentismo a niños, jóvenes, mayores y ancianos? TV3, la pública catalana, lo hace y ningún gobierno nacional, ningún tribunal, ninguna institución del Estado se atreve a intervenirla, a cesar a sus dirigentes y a corregir ipso facto sus intolerables proclamas, aduciendo una libertad de prensa que solo es propaganda y embuste. ¿Estamos todos locos? ¿Por qué tenemos tanto miedo al qué dirán? La radio que hace 80 años puso en marcha Joseph Goebbels para mover a las masas alemanas a su capricho, llegando a defender el genocidio, es ahora TV3 y, como ha escrito Víctor de la Serna, «tolerar y seguir sufragando a costa del contribuyente un utensilio goebbelssiano como TV3 va mucho más allá de lo inteligible».

Imperiofobia y leyenda negra . Un estudio que desentraña los mitos sobre el Imperio Español

Roca Barea repite estos días, con razón, que «es un milagro que España siga existiendo». Pero esto ya lo dijo de otra manera Otto von Bismarck, el canciller de hierro, hace más de un siglo: «España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido». Dada nuestra constancia en la materia, algún día lo conseguiremos, pero entre medias surgirá un Vladimir Putin o un Recep Tayyip Erdoğan que querrá conseguir por el camino errado que los españoles recuperemos nuestro orgullo de gran nación, creadora de un imperio que dictó leyes progresistas, fundó ciudades, universidades y hospitales por todos sus vastos dominios para proteger, cobijar, enseñar y curar a sus ciudadanos, iguales en derechos y deberes en cualquier parte del imperio, mientras en el resto de Europa la mayoría de las naciones discriminaban, separaban y desatendían a sus propios. La existencia hoy de la hispanofobia sigue siendo útil al mundo protestante y rentable económicamente.

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