Manuel del Rosal

La plaga de la estupidez

La plaga de la estupidez
Manuel del Rosal García. PD

«Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda» Jean de la Fontaine

En mi anterior artículo hablé sobre una de las dos plagas que vienen asolando a España desde hace cuarenta años y que se ha vuelto tóxica en los últimos: la corrupción. Hoy quiero hablar sobre la otra plaga que, unida a la corrupción, han fracturado a España en general y a Cataluña en particular: la estupidez.

Ahora se le llama sentimiento, antes lo llamábamos tontuna. Todos los analistas achacan el resultado de las últimas elecciones generales y la reciente de Cataluña a que los ciudadanos han votado con «sentimiento» y no con raciocinio. Estoy de acuerdo en lo del raciocinio que ha brillado por su ausencia; pero no en lo del sentimiento. Se puede tener sentimiento sin dejar de tener raciocinio y sentido común. Hoy, con esto de la posverdad, se le llama sentimiento, antes y desde siempre se le ha llamado tontuna o estupidez.

España atraviesa un mal momento de los muchos que ha atravesado en su historia. Y eso no representa ninguna novedad. Si rememoramos cincuenta años atrás tenemos que admitir que también era así, pero con una diferencia: vivíamos en una dictadura, mientras ahora y desde hace cuarenta años vivímos en una democracia. Nos dijeron que con la democracia todo cambiaría a mejor y que seríamos mucho más felices. Lo que no nos dijeron era que la estupidez siempre está presente cualquiera que sea el régimen que gobierna a la sociedad. Tampoco nos dijeron que esta sociedad, y con democracia, iba a soportar el pesado fardo de desdichas y miserias que aporta esa plaga que es la estupidez. Nos dijeron que los hombres y mujeres éramos iguales por naturaleza, cuando eso no es así ni mucho menos porque entre los hombres y mujeres los hay que son estúpidos y otros que no lo son. Y que los que no lo son han de soportar sin medida y sin posible solución los desmanes de los que si lo son. Y eso es así porque el grupo de los estúpidos es «mucho más poderoso que la Mafia, o que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista»* «Se trata de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía como si estuviese guiado por una mano invisible»* El estúpido es aquella persona que, sin obtener ningún beneficio para ella misma, perjudica a otras personas. En cualquier sociedad «la fracción de gente estúpida es una constante que no se ve influida por el tiempo, espacio, raza, clase o cualquier otra variante histórica o sociocultural»* Podemos pertenecer a una sociedad fuerte y en ascenso o a una en decadencia. No importa, ambas se verán afectadas por el mismo porcentaje de estúpidos. ¿Entonces por qué una sociedad está en ascenso y la otra en decadencia? Porque la sociedad en ascenso tiene un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que producen para ellos mismos y para toda la sociedad las ganancias suficientes para contrarrestar las pérdidas ocasionadas por los necios o estúpidos. Y llegados aquí hay que hacerse una pregunta: ¿Disfruta y ha disfrutado España en los últimos cincuenta años de un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que produzcan las ganancias necesarias para contrarrestar las pérdidas inevitables que ocasionan los estúpidos? Pero hay más, algo más, mucho más preocupante derivado de los individuos que ostentan el poder, y es el porcentaje de individuos estúpidos que gobiernan una sociedad.

«En un país en decadencia se observa, sobre todo en los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de estúpidos»* Y esto, como pueden suponer, es de lo más peligroso. Porque no vayan a creer que entre los individuos de posición económica y social alta existen menos estúpidos. Muy al contrario. Y no solo es así, sino que su potencial de estupidez aumenta debido a la posición de poder, influencia o autoridad que ocupa en la sociedad. «Entre los burócratas, generales, políticos y jefes de Estado se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos estúpidos cuya capacidad para hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada por la posición que han ocupado (u ocupan) ¡Ah!, y no nos olvidemos de los prelados»*

Se puede pensar que en una democracia la porción de estúpidos es menor que en una dictadura debido a que se «elige» a los gobernantes. Craso error. La burocracia, la democracia y los partidos políticos apoyados en los medios de comunicación deberían de garantizar que la estupidez disminuyera. Craso error. La sociedad moderna, informadísima y con acceso a cualquier medio para informarse, debería hacer decrecer el porcentaje de estúpidos, sobre todo en el poder. Craso error. Votamos todos y en todos están inmisericordes la persona que «…causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio»* Es decir, los estúpidos. Y los estúpidos votan estúpidamente y con sus votos elevan al poder a los estúpidos. Ya hemos dicho que la decadencia se produce cuando el porcentaje de estúpidos en el poder es alarmante. Pero no debemos olvidar que existen estúpidos que solo son estúpidos y estúpidos que son además malvados y bandidos y aquí me remito otra vez al ensayo Allegro ma non troppo: «Cuando en una sociedad se observa una alarmante proliferación de estúpidos y entre los que están en el poder una alarmante proliferación de estúpidos malvados y bandidos, tal composición conduce al país a la ruina»* Y aquí otra pregunta: ¿esos dos porcentajes son alarmantes en España? ¿lo vienen siendo?

De las últimas elecciones generales salió lo que todos sabemos. De las elecciones en Cataluña ha salido lo que todos sabemos. Los intelectuales, analistas, políticos y medios de comunicación lo atribuyen a que la ciudadanía ha votado con el «sentimiento». Yo, con todos mis respetos, digo que hemos votado con estupidez.

* Allegro ma non troppo» Carlo María Cipolla.

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