Circo y pan.

Circo y pan.
Seguidores del Mundial.

Confieso que me divierte -cada día más_ el fútbol. Y, aunque así no fuese, imposible transitar por las calles, hablar con los amigos, tomar una caña en el bar, sin discutir sobre la actuación, creo que mejorable, de nuestros astros del balón. Necesitamos el espectáculo para sobrevivir -eso ya lo descubrieron los romanos-, es preciso proyectar nuestra triste cotidianeidad en las hazañas que protagonizan otros. Y, sobre todo, nos resulta vital apoyarnos en la masa, ser uno más entre el grupo que vocifera en una misma dirección, para espantar la soledad: es, para mí, lo que justifica la pertenencia a ciertos clubes, a algunos partidos, a determinadas iglesias.

Viniendo a lo concreto, tengo la impresión de que este campeonato mundial de fútbol a Zapatero le viene al pelo. No, como dicen algunos, para distraer la atención de la ciudadanía respecto de otras cuestiones más espinosas, que nos tienen insertos en lo que yo llamo el ‘nacional-pesimismo’, o para redimir un poco de la popularidad temo que irrevocablemente perdida. No; Zapatero necesita este campeonato para lo mismo que nosotros: para devolvernos un poco de la autoestima que ahora tenemos, a fuerza de capones europeos y americanos, tan lesionada. No quiero ni pensar en lo que ocurrirá si, al final, la actuación de la ‘roja’ nos sume en el desespero también en este terreno, el del circo.

Porque, tras el circo, viene el pan. El espectáculo es una realidad virtual, si usted quiere. El pan es la necesidad tangible, cotidiana, exigente. Y tengo para mí que va a ser aún más difícil conseguir ese pan material para todos, en condiciones de un bienestar que nos recuerde al inmediato pasado, que ganar la final del campeonato del mundo.

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