La casta política, a lo suyo

Siguen sin darse por enterados

Con sólo hacer una simple suma, cualquiera puede ver que la ingente deuda del Estado (650.000 millones de euros, el 62,3% del PIB, y aumentando), más la de los particulares (950.000 millones de euros) y la de los banqueros, da como resultado una cifra imposible para un país tan venido a menos como el nuestro. Nunca antes hacer una cuenta tan sencilla había sido tan pavoroso. El dead line parece inexorable.

Pero, tras dos años largos de profunda recesión, lo peor es comprobar que los personajes que rigen los destinos de la nación siguen resistiéndose a hacer estas simples operaciones aritméticas. Porque, no se engañen, pese a las polémicas medidas adoptadas – tan injustas como insuficientes -, siguen sin darse por enterados.  

Con España en claro proceso de hundimiento, Zapatero y la casta política toda aún andan enfrascados en la estrategia de partido, de espaldas al precipicio. Es la lógica del poder que ha devenido en la lógica del corto plazo, cuya desastrosa consecuencia es ir contra toda lógica, y arrastrar al rebaño barranco abajo.

Ajenos al sufrimiento de los ciudadanos, estos políticos nuestros – dicen que profesionales – se ciñen con vehemencia a los tiempos de su estrategia, unas veces arengando y otras abroncando a su corte de serviles; dando bandazos y legislando precipitadamente a golpe de ultimátum para ganar tiempo al tiempo. 

No sólo han comprometido las rentas y propiedades de quienes hoy cargan sobre sus espaldas con todo el peso del Estado, sino que su capacidad de destrucción es tal que ha alcanzado a su vez a los más jóvenes y a los más viejos, condenándolos por la vía del paro y del decreto a la indigencia. 

Como los letales y prolongados efectos radiactivos de una explosión atómica, lejos de detenerse ahí, el daño llegará a aquellos que aún ni han nacido. 

No está mal, haber embargado las rentas de cuatro generaciones es toda una hazaña que ni la Alemania de Hitler, tras quedar reducida a escombros, ha sido capaz de igualar.

Ya no se trata sólo de quienes hemos estado sufragando la fiesta estos años atrás y ahora, además, pagaremos con sangre, sudor y lágrimas la traca final, sino también de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos. Y aún está por ver si será suficiente.

No será suficiente con demandar justicia – Quid fáciant leges, ubi sola pecúnia regnat? -, sino que más de uno perderá la cabeza y va a querer venganza. Porque no hay mayor crueldad que atar de pies y manos a los ciudadanos para luego, ante sus ojos, arrojar a sus hijos, y a renglón seguido a sus nietos, a los pies de los caballos.

Y esto es lo que, a fin de cuentas, José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho para mantenerse en el poder. No es sólo cuestión de ignorancia y temeridad, en absoluto. Después de seis años de perseverar en el error, es evidente la existencia de un recalcitrante y malicioso sectarismo en sus acciones.

Ha convertido la Ley en un medio y se ha atrevido a subvertir el valor del voto para atribuirse la legitimidad de llevar a un país entero a la ruina. Un delito tan monstruoso, continuado, y consciente que no hay atenuante alguno sino agravante de ensañamiento. 

Por decisión propia, Zapatero y aquellos que actúan como si fueran cómplices, están gravando sus nombres a sangre y fuego en el consciente colectivo de millones de ciudadanos. Y si en otras circunstancias más benignas, el pueblo soberano puede pecar de olvidadizo; en circunstancias tan insólitas y desesperadas, ni olvida ni perdona.

Pese a todo, no dimitirá  por voluntad propia, porque según la perversa medida del tiempo en política, sería su suicidio (político). Y, por enésima vez, primará el interés particular del personaje. 

Para los analistas, José Luis Rodríguez Zapatero es aún un auténtico “animal político” capaz de resurgir de sus cenizas. Pero para el pueblo ya no es un animal político, sino una bestia: Zapatero, El Destructor.

Plataforma Clases Medias

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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