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Las desgracias del textil

Aleix Vidal-Quadras, Martes, 12 de abril 2005
Hace 30 años era motivo de estudios el despertar de China, proceso histórico del que se anunciaban grandes consecuencias en los terrenos económico y político. Los hechos, con el tiempo, han confirmado algunas de aquellas predicciones que parecían en el momento de ser enunciadas fruto de la más desbocada fantasía.

Hoy el gigante asiático se ha transformado, en efecto, en eso que Samuel Huntington llama un "Estado nuclear" de una civilización, su PIB crece a un ritmo vertiginoso que se aproxima al 10% y su agresividad comercial en los mercados mundiales empieza a generar seria inquietud en sus competidores europeos y en Estados Unidos.

La combinación de fuerte autoritarismo, desbordante demografía y economía progresivamente liberalizada hace de la milenaria potencia asiática una máquina de producir y de vender prácticamente imparable.

Una de las primeras víctimas evidentes de la expansión comercial china ha sido el sector textil europeo. El final de 2004 vio el de los contingentes de importación de productos textiles y la invasión de oferta procedente de países en vías de desarrollo no se ha hecho esperar.

Aunque la apertura completa de Europa al textil del resto del planeta era un asunto esperado y la fecha límite se conocía perfectamente, no por ello los efectos han dejado de ser devastadores. Sin duda existen factores de carácter general, como el tipo de cambio euro-dólar o las deficiencias estructurales de la economía europea, que también operan sobre el textil, pero el ataque procedente del antiguo Celeste Imperio ha sido la puntilla.

El déficit comercial de la Unión en este ámbito ha crecido ininterrumpidamente a lo largo de la última década habiendo alcanzado la cifra de 30.000 millones de euros. En cuanto a la mano de obra, tan sólo en España el número de puestos de trabajo del sector ha pasado entre 1988 y 2003 de 405.000 a 236.000.

Ante panorama tan sombrío, la Comisión ha presentado una Comunicación, donde destaca el lanzamiento de una Plataforma Tecnológica para la industria textil; la protección de los derechos de propiedad intelectual y la lucha contra las falsificaciones; la exigencia de respeto a las normas de la OMC con la eliminación de barreras no arancelarias; y la eventual introducción de medidas de salvaguardia en el caso particular de las importaciones chinas.

Nuestros activos son la calidad, el diseño y los tejidos especiales, pero el juego limpio y la perfecta reciprocidad son condiciones indispensables para la supervivencia de una industria de la que viven millones de ciudadanos comunitarios. La globalización es buena para todos si nadie intenta pasarse de listo y Peter Mandelson ha ponerse a la tarea si no quiere que le quiten, y nunca mejor dicho, hasta la camisa.