El Maquiavelo de León, de mi buen amigo y viejo compañero de Informaciones, Pepe García Abad, ha acaparado los medios de comunicación tanto por lo que dice como por lo que no dice.
Aunque intenta evitarlo, apunta a un diagnóstico no muy favorable para el personaje. Me han llamado la atención algunas perlas:
«Padece de mesianismo, está convencido de que ha sido ungido por un don especial; se considera infalible; altísimo concepto de su misión y de sus capacidades; no es hombre de palabra; supedita todo a su triunfo personal; no comulga con ideas sino con etiquetas…».
Todo esto se atribuye a nuestro maquiavelo (en minúscula) y me ha llevado a pensar que su personalidad se mueve en un borderline que plantea algunas reflexiones.
La primera es que en lo psíquico el concepto de multicausalidad es muy importante, por lo que la mayoría de las veces sólo se puede llegar a una comprensión del caso, no a una explicación analítica del mismo.
La segunda es que la personalidad constituye una forma de entender la vida. Otro capítulo es el de la fatiga psíquica, con una contradicción entre las expectativas de la persona y la realidad, en orden a una satisfacción de las necesidades y/o apetencias.
En todo caso, los males de la mente, de existir, van de poseer una personalidad desorganizada con un concepto de la realidad muy trastornado (psicosis) a tener una idea distorsionada del mundo que, sin embargo, es real (neurosis).
No es lo mismo estar instaurado en uno de esos males que apreciar cierta tendencia a… Puede haber rasgos aparentes sin clínica específica alguna.
Sea como fuere, nuestro mesiánico protagonista es difícil de encasillar.
Cierto que lleva años apuntando maneras, pero no las suficientes como para un diagnóstico, aunque lo que nos cuentan de él resulta, cuando menos, muy inquietante, tanto por su gran plasticidad adaptativa como por sus paradójicas motivaciones.
NOTA.- este artículo apareció originalmente en La Gaceta.
