Yo también tendría la tentación de incluir a Alberto Núñez Feijóo entre los hipotéticos futuros ministros. Tiene uno de esos perfiles que ponen cachondo a Rajoy. Porque Mariano será muy madridista con la cosas del fútbol, pero con las cosas del gobernar y del comer de los españoles te es más culé que el mismísimo Pep Guardiola. Le mola el «tiki-taka», la posesión de balón, la tecnocracia personal y la capacidad para dar ése último pase de gol.
Quiero decir que, el posible futuro presidente del gobierno de España, es un hoolligan de Özil, de Cristiano, de Di María cuando acude al palco del Bernabeu, pero sueña por las noches con Xavis, Iniestas y Messis cuando se trata de confeccionar el medio campo de una futura selección española que afronte la difícil fase de reclasificación en Europa.
Claro que Rajoy puede tener tentaciones de dejar a Galicia compuesta y sin Feijóo, asunto que haría muy felices a los socialistas gallegos. Pero, verás, decía siempre Pío padre (no confundir con Pío hijo), que un político no es nada si no tiene mando en plaza. Cabanillas, las pocas veces que no era ministro, se lamentaba amargamente de que dejaban de sonar los teléfonos.
Jamás dejó de ser candidato al Congreso por alguna provincia gallega. Siempre mantuvo un pie en su tierra e incluso intentó ser proclamado (todo un síntoma) candidato a la presidencia de Galicia. Y Pío, no nos engañemos, ha creado escuela en las generaciones de políticos gallegos de centro-derecha.
Romay, sin ir más lejos, el «Obispo» de Génova, siempre ha seguido esa línea: un pie en Galicia y otro en Madrid. Y su amado hijo político, Alberto Núñez Feijóo, seguro que escucha los sabios consejos de su amado padre y ha decidido que más vale Xunta en mano que volátiles ministerios volando.
Algún día, no sé de qué mes, en ése calendario personal e intransferible que maneja Zapatero, tendrá que susurrar al oído de un Rajoy tentándole con el paraíso del BOE: ¡Mariano, aparta de mí ése cáliz!
Salvo que lleguemos a marzo, claro, y las previsiones electorales para las gallegas 2012 no auguren vientos propicios.