Con la Histéresis he tenido contacto por mi profesión de ingeniero. La Real Academia la define como un fenómeno por el que el estado de un material depende de su historia previa. Su acepción original está tomada del electromagnetismo si bien se ha adoptado en la economía en relación con los costes.
Un circuito excitado por un campo magnético no presenta el mismo estado similar al inicial después de haber cesado su excitación. También se emplea el término en otras disciplinas con significados semejantes: Cuando han ocurrido ciertos sucesos las cosas nunca no volverán a ser como fueron.
Cabe pensar que muchas cuestiones fundamentales las instituciones de España y de Europa se encuentran ahora en histéresis. Y ya nunca volverán a lo que fueron.
Cuestión importante a tener en cuenta es llegar a determinar si han alcanzado ya un grado tal de fatiga que les ha dejado inútiles para el trabajo o para poder desarrollar su misión con un mínimo de fiabilidad.
En muchas de ellas creemos que sí, o están próximas a ello. Veamos algunas, además de una básica, la confianza.
La concepción mítica de Europa como progreso y salvación de pueblos irredentos. La crisis ha levantado muchos velos interesados y nos dejan ver instituciones barrocas, poco trasparentes, a-democráticas e inútiles cuando no corruptas que sirven sobre todo a intereses plutocráticos o de algunos países. En consecuencia, el actual modelo del euro se ha revelado como una chapuza de difícil solución.
Una especie de trampa para las economías y los pueblos. Con Estados nacionales desarmados de parte de su soberanía que no parece que, en cambio, tengan quienes de verdad los defiendan. Esto no funciona y se ha demostrado que no funciona. Está deslegitimado en profundidad. Mantenerlo significa humillación y acaso miseria para algunos. Pero no mantenerlo aún pudiera ser mucho peor para casi todos.
En España, las cosas son aún peor en términos relativos y no pueden arreglarse con simples recortes. El gobierno saliente de Su Majestad y otras instituciones de la nación han actuado de modo tan vil y traidor que han perpetrados gravísimos ataques contra ella, de modo que las instituciones y el ahora obsoleto sistema constitucional han quedado desacreditados.
Y un simple cambio o alternancia de gobierno no parece que pueda hacerles recuperar la legitimidad y credibilidad de partida. Cuando no es solo el Gobierno sino buena parte del conjunto del Estado el que ha actuado contra la Nación.
Otra histéresis notable es la sufrida por la Corona al no oponerse a las fechorías de Su Gobierno y de otras instituciones fundamentales del Reino. En un sistema republicano las responsabilidades políticas se dirimen de varios modos. Una de ellos sustituyendo mediante elecciones al Jefe del Estado que ha actuado mal. En la Corona sólo cabría la abdicación.
Pero veamos este asunto capital con algún detenimiento.
In illo tempore la legitimidad política del Antiguo Régimen descansaba sobre la Alianza entre el Trono y el Altar. Tal alianza ya fue aducida en el Tratado de Verona para invadir España con la anuencia papal, acabar con el trienio liberal mediante la violencia para reponer en el absolutismo más sanguinario al rey felón por antonomasia.
Hoy vivimos tiempos modernos como decía Charlot en una película no menos memorable que explicaba proféticamente los orígenes filosóficos de las crisis: el desprecio de la dignidad humana ante los intereses de la plutocracia.
Y en estos tiempos modernos, la antigua Alianza entre el Trono y el Altar con sus misteriosas, barrocas y lujosas liturgias, se ha visto sustituida por otra menos simbólica, más pragmática y empírica: una unión temporal de empresas conocidas con las siglas UTE en la jerga tecnocrática al uso, celebrada ahora entre la Corona y el pertinaz socialismo. Durante toda un época ambos se cubren y protegen mutuamente. Ambos se necesitan para otorgarse recíproca legitimidad en beneficio de la oligarquía. El socialismo pone la mohatra mediática.
La Corona no «modera» ni «arbitra» al socialismo en sus comprobadas ansias compulsivas por el patrimonio ajeno. Así, la antigua pareja, la Iglesia, es relegada del núcleo del poder institucional aunque mantiene un declinante poder sobre algunas conciencias. En la diócesis de Santiago de Compostela la edad media del sacerdocio supera los sesenta años.
Es tal el grado de deterioro que tal unión temporal de empresas ha causado que no parece que pueda saldarse con el sacrificio de sendas piezas menores de presuntos. El yerno y la hija del Rey. Y Pepiño. Ni menos la capacidad de moderación debido a la autorictas perdida.
Así, la imprescindible renovación que debería acometer el nuevo gobierno del PP se ve lastrada por la deslegitimación sufrida por la Corona, colaboradora por acción ú omisión del socialismo zapateresco que ha arruinado a España, atentado contra la Nación y desmoralizado y hundido a los españoles.
La administración de Justicia aumenta su descrédito en España. En especial en los casos relacionados con los poderosos que suelen terminar con escandalosos resultados. Sólo un grupo de jueces de primer nivel mantiene el honor y dignidad de su alta profesión y magistratura ante la parte más lúcida de la opinión pública.
El Estado de las autonomías perpetrado en el Título VIII se ha revelado como lo que es, una verdadera máquina de fomento de la corrupción y de asignación de pelotazos más que de recursos, de destrucción de impuestos y libertades públicas. Su continuidad lastra cuando no simple y decididamente impide la salida de la crisis española. Crisis que no es sólo económica financiera sino sistémica.
La clase empresarial monopolística española, la vieja oligarquía remasterizada, se ha mostrado huera de patriotismo, paleta en el ámbito autonómico, chapucera, canalla, incapaz de hacer negocios salvo a la sombra del poder, corrupción incluida.
Se ha apropiado de los antiguos monopolios de precios regulados y carece de legitimidad moral para exigir sacrificios a la gente común, clientes y trabajadores, cuando no da ejemplo de buen hacer y mantienen obscenas posiciones de privilegio gracias a la corrupción y la información privilegiada, tapadas por su influencia en la administración de Justicia y el dominio de los medios de des-información pública.
Ni los trabajadores, ni menos los desempleados, pueden confiar en unos sindicatos amarillos, verticales, reaccionarios, al servicio del gobierno que los financia con los impuestos de todos.
El sistema apenas permite integrarse en él con un mínimo de dignidad a la juventud. Entre los más preparados y competentes muchos jóvenes se ven obligados a emigrar.
La histéresis ha dejado al sistema deformado, debilitado. Acaso incapaz para posteriores esfuerzos de modo que la tarea que habrá de acometerse parece titánica y sus instrumentos debilitados.
El resultado de todo ello es que nos encontramos en una situación pre- revolucionaria latente, y que cualquier cosa puede pasar. Incluso que no pase nada más.