Quien renuncia a la cultura para centrarse en la política, pierde. Lea a El Trasgo en La Gaceta.
Puede ganar el poder, pero sólo al precio de aplicar las iniciativas de sus contrarios, que ya se han hecho propias; es decir, al precio de dejar de ser lo que se dice que se es, al precio de convertirse en una versión pacata, tímida, descafeinada del rival.
Es lo que pasa con la derecha real, que cada día, para qué negarlo, me da más asco. Estamos a un día de conocer al que será presidente del país más poderoso del mundo los cuatro próximos años y, por mucho que en el fragor de la batalla electoral queramos pretender que son como la noche y el día, ¿puede alguien decirme en qué sería el terrible derechista Romney tan distinto del progresista Obama?
FEMINISMO DE SALÓN
Sin retóricas, en medidas concretas. No va a detener las billonarias ayudas neokeynesianas a la economía, no va a tomar medidas contra la inmigración masiva, no va a traer las tropas a casa para que Estados Unidos deje de ser el policía sin sueldo del planeta, no va darle la vuelta al ‘derecho constitucional’ al aborto (ni puede).
La derecha real, empezando por la nuestra, la popular, ha comprado entero el ‘pack’ progresista (¡hasta suplica humildemente que la acepten como ‘progresista’!): keynesianismo, Estado-niñera, ideología de género, ecologismo, multiculturalismo, feminismo…
Lo del feminismo es especialmente triste, porque tengo para mí que es la derivada más destructiva, desoladora y falsa del neomarxismo que constituye la ideología por defecto de todas las ideologías.
La mujer es, en todo Occidente, igual en todo ante la ley que el varón, pero como dejarlo así sería dejar los trastos, irse a casa y dedicarse a otra cosa, las feministas rastrean declaraciones dudosas y reviven una y otra vez viejos agravios y, naturalmente, enloquecen de alegría cuando encuentran un verdadero misógino o, en su jerga, ‘machista’.
Es el caso de Puri Causapié en el ‘Bluffington Post’ hispano. Causapié, secretaria de Igualdad de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, es decir, le va la sinecura en meternos miedo y gritar que viene el lobo patriarcal, aunque tenga que informar desde un universo paralelo.
Lean: «Y es que todo procede del mismo concepto, de considerar a la mujer el sexo débil, seres a quienes proteger a cambio de sumisión, personas con menos derechos y, por consiguiente, en situación de desigualdad. De ahí que, con la misma lógica perversa por la que una mujer puede ser cuidada como el objeto más preciado, puede ser también humillada, violada, maltratada o asesinada».
¿Alguien considera, alguien puede, siquiera, considerar a las mujeres como «personas con menos derechos»? Pregunte a cualquier policía al azar si la mujer «puede» ser «humillada, violada, maltratada o asesinada». La idea es tan ridícula que sería impublicable si no mediara la lucha política. «Seguimos viviendo en un mundo que incorpora con sorprendente normalidad la desigualdad y el uso de la violencia, un mundo que establece de manera estereotipada lo que unos y otras debemos hacer, hasta conseguir que forme parte de nuestras acciones, ideas y pensamientos». No, en serio: ¿reconoce en esas palabras la sociedad española de hoy?
Ya he dicho en otras ocasiones que me encanta ‘Eldiario.es‘ porque condensa en sus páginas digitales todos los tics y absurdos de la izquierda. El tiempo no pasa para esta gente, perpetuamente congelada en Mayo del 68.
‘EL PERFECTO IZQUIERDISTA‘
Como en antiamericanismo primario, de manual, de Antonio Orejudo en ‘Eldiario.es’ («La decadencia de los políticos no cae del cielo«).
Orejudo empieza reconociendo tan ingenuamente el ‘prietas las filas’ que rige en la izquierda en este asunto -como en todos- que uno espera un distanciamiento irónico y una negación: «El primer capítulo del libro imaginario ‘El perfecto izquierdista’ llevaría por título «Cómo abrenunciar a los Estados Unidos y a las pompas de Satanás». En mis tiempos un verdadero progre no debía beber Coca-Cola ni sentir simpatía por una sociedad que era la quintaesencia del capitalismo más salvaje».
Pega que ahora va a decir que no, que para nada es ya como fue. Pero no, no exactamente: «Los estadounidenses son como niños. En eso van muy por delante de nosotros. La infantilización de la ciudadanía -una estrategia de control social aplicada en todos los países desarrollados- ha alcanzado allí un grado de perfección admirable. Tú hablas con un profesional de clase media y te parece que estás hablando con un pipiolo egoísta y generoso, capaz al mismo tiempo de la mayor crueldad y del gesto más abnegado». En España, gracias a estos madurísimos rojos, no estamos ‘infantilizados’. No pedimos al Gobierno que se responsabilice de todas las consecuencias negativas de nuestras decisiones ni esperamos de él que, como un ‘papá’ surrogado, nos garantice una vida sin necesidad de ganárnosla, ¿verdad, Antonio?