Artur Mas heredó la astucia de Jordi Pujol para convertirla en patética picardía, hasta el punto de que muchos catalanes dirán como Cicerón pronunciara en su Primera Catilinaria:
«Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» ¿Hasta cuándo abusarás, Mas, de nuestra paciencia?
Ahora, estamos asistiendo en España, que es una nación de democracia clásica occidental, a un lamentable espectáculo de ciertos políticos que no tienen rubor alguno, ni siquiera de cara a los medios europeos que nos contemplan.
Mientras que la alcaldesa de Madrid se promociona literariamente en la corrupta Argentina de esa dama vulgar que se llama Cristina Fernández, el PSOE de Pedro Sánchez se suma, una vez más, a la izquierda radical para agitar la Memoria Histórica.
Sin embargo, el ‘Financial Times’ defiende las medidas adoptadas por el Gobierno de Rajoy y nos pone como un ejemplo para los países de la eurozona.
Mientras que los llamados soberanistas excitan la calle y las redes buscando voluntarios que combatan la desmovilización, España vuelve a crecer al nivel de antes de la crisis gracias al esfuerzo de todos bajo la certera dirección de la política económica de Mariano Rajoy.
En fin, mientras la izquierda quiere resucitar a Franco, algo que ni siquiera hacen los ultras de la derecha más nostálgica y mantienen una enfermiza obsesión con la Monarquía, Rajoy trabaja sin descanso para continuar llevando a España a buen puerto, incluyendo, obviamente, a toda Cataluña.
Todos sabemos, Mas el primero, que hoy por hoy los partidos independentistas no pueden existir en España por ser ilegales, de la misma forma que no se admiten en Francia, Inglaterra y países de nuestro entorno europeo. ¿Qué pretende pues? ¿Vender unidad y fuerza? ¿Seguir gestionando chapuceramente el desgobierno de Cataluña? ¿Pegar el coñazo?
Si de verdad los catalanes quieren un recambio generacional, antes de nada, deben expulsar a ese pseudocaudillo que se llama Artur Mas. De lo contrario, se encontrarán ante un plebiscito que le volverá a dar el poder, reforzando así su caudillaje, pues nunca ha sido hombre de Estadio ni ha tenido gran predicamento en los círculos catalanes donde prima la prudencia.
Es político que no evoluciona y recurre desesperadamente a formular inciertos tics, marcadamente populistas a lo que él cree que es catalán, para advertir de que si no le eligen, España se sentirá más fuerte frente a las pobres víctimas de la gran nación que es Catalunya. Así las cosas, lo que dice este señor además de ser una obscena mentira es una gilipollez y una majadería producto de un pícaro pillo sin solvencia alguna.
Europa tiene demasiadas fronteras y los catalanes de pro conservan la inteligencia suficiente para comprender que la unión de todos los que conformamos España fortalecerá su amada tierra, Cataluña, que es de ellos y de todos los que nos sentimos solidariamente compatriotas para lo bueno y para lo malo, para las catástrofes y los triunfos, para el auxilio y el socorro…
Hasta la fragata ‘Cataluña’ que participó, en el seno de la OTAN, en la defensa marítima contra la Unión Soviética en los últimos coletazos de la Guerra Fría, que hoy descansa en el fondo del Atlántico hundida por misiles, se vestía con la barrada propia de la tierra catalana cuando atracaba en los puertos extranjeros.
El 27 de septiembre se debe imponer la sensatez de los catalanes frente a la candidatura de ese frívolo trio -Junqueras, Romeva y Mas- que juntan las manos para la falaz fotografía del independentismo.
Por cierto, ni el uno se fía un pimiento de los otros dos, ni los otros dos del uno y los tres al unísono de ninguno.
