El presidente mantiene a Cospedal pero recorta sus poderes

Mariano Rajoy manda mucho y el PP se limita a pasar el trámite y sacar ‘paquete’

Los compromisarios reeligen a Rajoy como presidente del Partido Popular con el 95,6% de los votos

Mariano Rajoy manda mucho y el PP se limita a pasar el trámite y sacar 'paquete'
Proclamación Mariano Rajoy como Presidente del Partido Popular. David Mudarra.

Las asignaturas pendientes no aligeran el tránsito al futuro, pero la dirección popular ha preferido debatir en espacios cómodos y apenas ha alterado las condiciones previas al Congreso

El Partido Popular despejó ayer la principal incógnita -más protocolaria que real- que pesaba sobre el Congreso: la ratificación de María Dolores de Cospedal como secretaria general del partido.

Este nombramiento ha sido más complejo de lo que hubiera deseado la dirección del PP, después de que los compromisarios rechazaran por una exigua mayoría de 25 votos la enmienda que pretendía evitar la acumulación de cargos en una misma persona. Por eso, la confianza de Rajoy en Cospedal tiene valor añadido.

Es el premio a haber soportado los sopapos en los momentos más críticos y vergonzosos del partido; y es también el resultado del análisis del propio presidente sobre los equilibrios necesarios entre Gobierno y partido, es decir, entre la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del PP.

Otro de esos equilibrios ha sido la designación de Fernando Martínez-Maillo como coordinador general, cargo que en 1996 ocupó Ángel Acebes cuando el secretario general, Francisco Álvarez-Cascos, fue nombrado vicepresidente del Gobierno.

Con Martínez-Maillo, la dirección del PP se encauza por una suerte de mancomunidad con la secretaria general.

En conjunto, el Congreso va a cerrarse hoy sin especiales ambiciones. Es cierto que la situación de la oposición socialista y de Podemos no apremiaba al PP a mayores planteamientos; pero también lo es que esa misma tranquilidad hacia fuera pudo haberse aprovechado para debatir con serenidad asuntos internos delicados.

Las asignaturas pendientes no aligeran el tránsito al futuro, pero la dirección popular ha preferido debatir en espacios cómodos y por eso apenas ha alterado las condiciones previas al Congreso en lo estratégico ni en lo ideológico.

Los debates antipáticos sobre el aborto o la maternidad subrogada tuvieron sordina con enmiendas superficiales, pero Rajoy no dejó pasar su discurso sin referirse, genéricamente, a «los valores de siempre» que definen al PP. Cuando tanto se discute sobre ellos, un Congreso es la ocasión para concretarlos, despejando dudas y confusiones. Con valentía y criterios democráticos.

Tampoco en la estructura de su dirección Rajoy ha arriesgado; o quizá se ha aventurado a la continuidad frente a quienes dentro y fuera de casa le reclaman renovación.

El presidente ha vuelto a renunciar a la sorpresa para premiar a los que estaban con él; aquellos con los que ha logrado repetir en La Moncloa y reflejar una imagen de unidad que la oposición en bloque solo puede envidiar y que el propio Partido Popular quizá no imaginaba hace un año. Frente al sainete socialista y el dúo Pimpinela de Vistalegre, el Partido Popular se ha conformado con pasar el trámite en la Caja Mágica.

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