EL único objetivo que persiguen las mociones de censura que ha planteado Podemos, primero en la Comunidad de Madrid y ahora también en el Congreso, es volver a hacer ruido para llamar la atención de la opinión pública, ya que su auténtico proyecto político, además de carecer de liderazgo e incluir promesas irrealizables y liberticidas, consiste en dañar las instituciones y generar una profunda división social para tratar de sacar rédito del caos, el descontento y el resentimiento.
Prueba de ello fue el bochornoso espectáculo que ofreció el partido de Pablo Iglesias en la Asamblea de Madrid durante la fallida moción del pasado jueves, cuyo principal propósito fue dar a conocer a su portavoz regional y, sobre todo, servir de ensayo general a la que tendrá lugar el próximo martes en el Parlamento.
Esta nueva iniciativa por parte de la formación morada, sin posibilidad alguna de salir adelante, no es una moción al uso, sino un deleznable teatro ideado con fines partidistas, aprovechándose de forma torticera de los mecanismos que establece el Congreso.
En primer lugar, porque la moción no se diseñó para sustituir al Gobierno de Mariano Rajoy, sino para atacar al PSOE en un nuevo intento por aupar a Iglesias como líder de la oposición, a pesar de que las urnas no le otorgaron tal papel.
En segundo término, porque, en el fondo, no es más que otra burda escenificación para atraer el interés de los medios, en línea con la ya tradicional táctica circense que protagoniza Podemos desde que irrumpió en el escenario político.
Y, por último, porque se trata de una moción sin un candidato ni un programa realistas, sin capacidad para recabar el más mínimo apoyo. En definitiva, una falta de respeto a las instituciones, la democracia y el Estado de Derecho.
