ANÁLISIS / SANTIAGO TRANCÓN

La hora de los necios

"Llamo necios especialmente a quienes debieran tener las cosas claras: PP, PSOE y C’s, hoy titubeantes"

La hora de los necios
A. Rivera YT

No hace mucho escribí un artículo titulado “La hora de los cabestros”. Vuelvo ahora con la hora de los necios para ajustarla al huso horario del verano y no perder el hilo con que me devano los sesos tratando de comprender qué sucede a mi alrededor.

Y a mi alrededor sucede que se suceden muchos necios, necios de profesión y en procesión, pasando delante de mis ojos, que para eso se inventó la pantalla doméstica, para domesticarnos y acostumbrarnos a la necedad como lo más propio de la especie humana, en especial la especie política, una variedad acendrada de la especie humana en extinción.

Defino y me defino, para que se me entienda mejor. Digo necio, a lo cervantino, por ser palabra “sonora y significativa”, un precipitado semántico que nace del desnate de ignorante, incapaz, terco y obtuso. Me ahorro así el insulto crudo, que queda mal en estos tiempos de pura impostura, de compostura televisiva y mediática, de ten mucho cuidado con meter la pata o decir una palabra más alta que otra.

Entro así en la cara oculta de los necios, a la que ellos llaman prudencia, y que no es otra que la faz de la cobardía, una pusilanimidad que maquilla su turbia palidez con astucia, moderación y cautela. Quiero decir que entre las muchas clases de necios, me refiero aquí a los que lo son, sobre todo, por falta de coraje. Ya dijo Félix de Azúa que “el pensamiento, como el arte, no es asunto que dependa de la inteligencia, sino del coraje”.

Así que hablo de los necios de la política, o mejor, de los políticos necios, los que son incapaces de pensar por falta de coraje. Se piensa para buscar la verdad, y la verdad exige, en primer lugar, coraje, porque rara vez la verdad es precavida, acomodaticia, timorata o cautelosa. La verdad, la pura verdad, es casi siempre atrevida, y por eso tiene tan pocos seguidores.

Es la verdad la que vuelve más cobardes a los cobardes, que no hay mejor modo de desenmascarar a los taimados que ponerles ante el espejo de la verdad. ¿Y cuál es hoy, aquí y ahora, la verdad que ciega y atonta a los necios, esa legión adormecida y adormecedora que vive acomodada y protegida tras la burbuja de la política?

La cruda verdad es que el orden constitucional ha desaparecido hoy en Cataluña, un hecho que pone de manifiesto la incapacidad del Estado, como poder último regulador de las relaciones sociales, de defender la integridad territorial, política y jurídica de la España democrática, espacio del bien común y garantía de la igualdad de todos los españoles.

Y todo esto se ha perpetrado mediante un golpe de Estado prolongado y consentido que anuncia públicamente el día en que establecerá una ley marcial, un bando con el que empujará a media Cataluña a votar un referéndum que legitime el establecimiento de un nuevo orden.

Una legitimación de la tiranía que sólo los necios dudan en calificar como lo que es: la deriva natural del nacional-fascismo catalanista. Está claro que el actual club de necios que hoy manda en nuestro país (de políticos a jueces, de periodistas a empresarios), jamás luchó contra el franquismo ni entendió qué fue y cómo actuó, pues de lo contrario no dudaría hoy en calificar al separatismo como un movimiento de profunda raíz antidemocrática y totalitaria, contra el que sólo cabe la lucha abierta y con determinación, pues no hay más que una salida: o triunfa la sedición o ganamos los demócratas imponiendo de nuevo el orden constitucional en Cataluña.

Llamo necios especialmente a quienes debieran tener las cosas claras: PP, PSOE y C’s, hoy titubeantes, responsables de anestesiar a los ciudadanos con su política de apaciguamiento, componendas, traición y prevaricación. Incapaces de defender los derechos y libertades de todos los españoles, y especialmente de los catalanes.

Mientras los independentistas ya hablan sin tapujos, olvidando la ambigüedad calculada, o sea, el cinismo, y, sobre todo, cuando actúan pasándose por la ingle las resoluciones y mandatos del Tribunal Constitucional (¿cuántas resoluciones lleva dictadas que se disuelven en el aire como humo?), hete aquí que los pusilánimes reculan ante su obligación de cumplir y hacer cumplir la ley.

Dice Puigdemont: “Nos tienen miedo y más les daremos”. Lo ha dicho públicamente, retando a los poderes del Estado, y esta amenaza no provoca ni una sola reacción. ¡Y siguen defendiendo que su movimiento es pacífico y democrático y que no hay que provocarlos! ¡Pacíficos de cuidado! ¡Cuidado con la fiera, no vaya a enfadarse! Sánchez ha dicho que aplicar el 155 crearía más independentistas.

La Constitución crea independentistas, ¡suprimámosla! Y España. ¡Acabemos con España, que es una fábrica de independentistas! Voy a señalar, por último, hasta qué punto nuestros políticos y opinadores y politontólogos y hasta jueces respetados, han perdido el rumbo, y cómo nos marean con la aguja de marear la perdiz. Dicen que la Ley del referéndum y de Transitoriedad es “un bodrio y un disparate jurídico” (Felipe González), y que “si vulneran la Constitución habrá que dar una respuesta”(Aznar: reparen en el condicional).

La opinión de Rajoy y su corte ya la conocemos, “no habrá referéndum”, “mientras yo”… También hay juristas que se afanan en detallarnos todos los “fallos jurídicos” de la norma, su falta de claridad y precisión en tal o cual artículo, etc.

Pero vamos a ver: no hace falta ser jurisprudente, ni mini o plenipotenciario, ni ex presidente, ni jefe de opinión, sino necio, para no darse cuenta de que eso que llaman Ley no es otra cosa que la declaración de un estado de excepción, la suspensión de cualquier garantía constitucional, una orden manu militari que establece el toque de queda de la democracia y obliga a su cumplimiento mediante la amenaza y la coacción; que no es más que un burdo artilugio para declarar el asalto definitivo al poder con la esperanza de que su mera proclamación acojone y paralice al enemigo; que no merece un segundo de análisis o consideración jurídica, porque el mero hecho de hacerlo ya le otorga un valor y un reconocimiento inadmisibles.

La incapacidad para salirse del marco mental impuesto directa o indirectamente por los independentistas (nación, plurinacionalidad, referéndum, derecho a decidir, voluntad del pueblo catalán, legitimidad, federalismo, reforma de la Constitución, blindaje de competencias, etc.); no entender que se pierde la batalla desde el mismo momento en que se acepta ese marco y ese lenguaje…, a eso llamo yo necedad supina, indefensión y rendición anunciada.

Tranquilos, que “España no se va a suicidar”, ha sentenciado engoladamente González, como si no estuvieran ya los ciudadanos aceptando la cicuta diaria que le ofrecen los políticos y los medios de comunicación. Y Zapatero, partidario también de meterse ahora en el pantano de la reforma constitucional, declarándose “permanentemente reformista”, como si la Constitución fuera una ordenanza municipal sobre el tráfico de camellos.

P.D.1. Ah, y me olvidaba de Rivera, el aspirante más cualificado para llevarse el premio al mayor necio del reino. Dice que él “trabaja para que no haya que aplicar el 155” porque eso será “darle un titular fantástico a los nacionalistas”. Como si la celebración del referéndum y su resultado (mayoría aplastante) no fuera el más fantástico titular al que aspiran los independentistas. ¡Mayoría aplastante a pesar de todos los obstáculos y amenazas del Estado opresor! ¡Toma titular, Riverilla!

Y sigue el pitoniso de la Barceloneta: “Hasta Puigdemont sabe que no habrá referéndum”. Pues yo te digo lo que habrá: un avance casi irreversible hacia una independencia de hecho. ¡Pero si no dejan de decirte que esto es un proceso! Darán un paso adelante, pase lo que pase, y de lo que pase sabe mucho Rajoy, o sea, nada de nada. En su delirio, Rivera ya ve a Arrimadas como presidenta de la Generalidad. Lo dicho, el primer premio, y por mayoría aplastante.

P.D. 2. Miren cómo acabó el intento de referéndum secesionista del Estado Libre de Baviera (lo fue hasta 1949). Resolvió el Tribunal Federal de Alemania: “En la República Federal de Alemania, que es un Estado-nación basado en el poder constituyente del pueblo alemán, los Estados no son dueños de la Constitución. Por lo tanto, no hay espacio bajo la Constitución para que los estados individuales intenten separarse. Esto viola el orden constitucional”. Sentenció y se acabó la discusión. ¿Se imaginan que Baviera hubiera tirado la sentencia a la papelera y estuviera a las puertas de realizar un referéndum?

Segundo ejemplo: La Corte Constitucional de Italia, sobre el intento de secesión del Véneto, estableció en 2015 “la inconstitucionalidad del referéndum sobre la independencia de una hipotética república veneciana por ser contrario con el principio de unidad e indivisibilidad de la República”. Resultado: el pueblo soberano de Venecia está a punto de proclamar unilateralmente la independencia de la República Veneciana…

Alemania e Italia, ya se sabe, son Estados opresores, como bien demuestra el hecho de que Hitler y Mussolini siguen vivos.

Santiago Trancón es impulsor del Centro Izquierda de España dCIDE

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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