HISTORIAS DE CASTILCIOSA

Los odios africanos de Puchi Cordobés

Los odios africanos de Puchi Cordobés
Villaviciosa de Odón. PD

El alcalde de Castilciosa odia a mucha gente. Demasiada. Practica el uso carpetovetónico de despreciar lo que ignora. E ignora más que sabe.

Guarda, sobre todo, dos enormes antipatías. Una es al periodista Mae Prietos-Losmachos. La otra, a uno de los concejales de la oposición, Néstor de la Pampa.

A Prietos-Losmachos, hace unos años, Puchi Cordobés, por sus «santos bemoles», le cerró la revista que dirigía. No era de «buen gusto» el tono crítico que mantenía. Entiende Puchi que esos alardes de «libertinaje» solo conducen al desgobierno.

Desde la Alcaldía se envió una carta a los anunciantes de la publicación en tono plebiscitario: el plumilla o yo. Los comerciantes locales, tras desayunarse con el desiderátum oficial, «prefirieron» el favor político. «La Prensa de Castilciosa» tuvo que cerrar.

Mae no se amilanó. Denunció la arbitrariedad en los tribunales. Probó que el alcalde había cercenado la libertad de expresión. Y obtuvo recompensa: una juez condenó a Puchi Cordobés por sus violaciones de la ley.

Muchos vieron en la sentencia el final de Puchi. No le conocían. Indudablemente, no se hablaba de una infracción menor, se habían traspasado las líneas rojas que cualquier político democrático jamás puede rebasar. Cualquiera… menos Cordobés.

¿Qué iba a ser de Castilciosa sin Puchi? ¡El diluvio! El sanedrín del primer edil (Tontón Casablanca, Finito Bulto-Aguirroso, Pedrito Hereu y Sit Villadecasco), reunido de urgencia en el bar «El Acueducto», pese a la molesta intromisión judicial, decidió que tenía que seguir como si nada. Pelillos al arroyo de la Suegra que riega Castilciosa.

Del mismo tenor fue el sapo que se guisó a Néstor de la Pampa. Puchi, como se ha visto, no tiene tiempo para crítica. «La vida política es mandar u obedecer», dice a Pedrito Hereu, a quien prepara como sucesor, en las clases de negocio público. Colecciona en el armario esqueletos de muertos políticos del partido y de adversarios que se le han metido entre ceja y ceja.

Néstor de la Pampa tiene su hueco dispuesto. Cordobés no hace prisioneros. Ni corto ni perezoso, auxiliado por un periodista de Castilciosa sin escrúpulos, Roberto Alcázar, y junto a su amigo de fechorías, Tontón Casablanca, pergeñaron una truculenta historia para propagar que Néstor tenía en su empresa particular trabajadores sin dar de alta en la Seguridad Social.

Poco importó al «trio tóxico» que fuese falso. Con frialdad, la calumnia fue divulgada contra el honor del rival.

Meses después, Cordobés traspasó ya las fronteras morales utilizando de nuevo a Roberto Alcázar para extender un rumor machista y clasista, de muy mal gusto, contra la esposa de Néstor.

Incluso compañeros de partido advirtieron a Puchi y los suyos del territorio peligroso que transitaban invadiendo vidas privadas. Porque (sumado a la vendetta contra Prietos-Losmachos) romperían irremediablemente la convivencia pública en Castilciosa. No hubo forma.

Puchi Cordobés, Roberto Alcázar y Tontón Casablanca habían decidido clavar a de la Pampa su navaja untada en cicuta. Sin miramientos. Las familias más tradicionales de Castilciosa se conmovieron aturdidas por tanta sucia artimaña. Desde entonces, nada ya es igual a los pies del castillo.

En las últimas fiestas de septiembre, Puchi lo comprobó cruelmente al salir a la calle con su séquito para darse un baño de multitudes: a su paso, la gente se volvía de espaldas para no tener que saludarle.

Aquella tarde calurosa de final de verano, Puchi Cordobés alzó la mirada al castillo y dijo a su fiel Bulto-Aguirroso: «Me terminarán dando la razón… ¡porque siempre la llevo!».

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