Muchos y Julia Otero es un claro ejemplo, se lanzaron de bruces a la trampa del documental 'Ciutat morta' y acabaron tratando a Rodrigo Lanza como a un mártir
El homicidio de Víctor Laínez en Zaragoza no es un execrable crimen cualquiera y tiene unas dimensiones políticas, periodísticas, sociales, morales y hasta culturales que exceden, en mucho, de la simple delincuencia común.
Porque si bien bien los delitos son siempre individuales, el caldo de cultivo en que algunos se desarrollan les confieren una dimensión distinta que, en este caso, es vomitiva ( Un concejal de Podemos defiende al ‘okupa’ asesino y pisotea la memoria de Víctor Laínez).
Por las circunstancias de los hechos, para empezar: el uso de unos tirantes con la bandera de España motivó la brutal agresión por la espalda, con un barra de hierro, a un ciudadano de 55 años presente en el mismo bar que sus agresores (Así era Víctor Láinez, el catalán que un okupa mató con una barra de hierro ‘por facha’).
Y si la identidad de la víctima es indiciaria del tipo de suceso, la del asesino lo es mucho más: un okupa antisistema, vinculado a Podemos, IU y todo lo que cuelga, condenado ya a pena de cárcel por otro crimen, este contra un guardia urbano en Barcelona al que dejó tetrapléjico (Así explica el ‘okupa’ cómo dejó tetrapléjico a un guardia antes de matar al motero por sus tirantes rojigualdos ).
Pero lo que definitivamente eleva este caso a una categoría inédita es el contexto y la lectura que en determinados partidos, medios de comunicación y dirigentes de relumbrón con escaño en el Congreso o bastón de mando municipal hicieron -y hacen- de la trayectoria del homicida y de la del fallecido (La autopsia revela que el ‘okupa’ Rodrigo Lanza pateó la cara de Víctor Laínez cuando estaba en el suelo, ya moribundo).
Por repugnante que resulte, es evidente que el tal Lanza, chileno de origen y español de nacionalidad, ha recibido y sigue recibiendo el apoyo de periodistas, políticos y amigos sin que a día de hoy resulte fácil distinguir a los unos de los otros.
El 21 de enero de 2015, por ejemplo, Julia Otero entrevistó a Rodrigo Lanza en su programa Julia en la onda.
«Como víctima de ese proceso, aquí tenemos a Rodrigo Lanza».
Como comenta sarcastico Cristian Campos en ‘El Español’ este 17 de diciembre de 2017: «Pasas cinco años en la cárcel por dejar tetrapléjico a un guardia urbano de una pedrada y te ganas el apelativo de ‘víctima'» (El audio más atroz que hunde a Julia Otero: así defendió y masajeó al hoy asesino Rodrigo Lanza).
Sólo un día antes, Rodrigo Lanza había dado una multitudinaria rueda de prensa en el Colegio de Periodistas de Cataluña.
«No sé bien qué siento, la verdad es que no me lo creía hasta ayer, y hasta ahora que veo todas estas cámaras».
Se comprende su incredulidad. ¡Él, que lo único que había hecho era pegarle una pedrada en la cabeza a un guardia urbano, siento tratado como una estrella del rock por el gremio periodístico catalán!
No recuerdo, escribe Campos, que el Colegio de Periodistas de Cataluña le cediera sus espacios a la familia de Juan José Salas, el guardia urbano víctima de Lanza, para contar su versión de la historia (Así es la dura vida de Juanjo, el policía municipal al que dejó tetrapléjico el ‘okupa’ Lanza).
Semejante majadero este Monedero https://t.co/dkKH8kGWQD
— Alfonso Rojo López (@AlfonsoRojoPD) 16 de diciembre de 2017
Este ultraizquierdista, por el hecho de ser, lucir greñas y abominar de la democracia hispana y de todo lo que suene a España, ha sido elevado durante años a la categoría de héroe y referente; y presentado como una víctima de un sistema represivo que manipulaba pruebas en los juzgados y se servía de las torturas policiales para cargarle, por sus ideas políticas o acento, delitos que no había cometido.
Que lo dijeran el afectado, su madre o los zarrapastrosos marginales a los que esta adherido es una cosa. Pero que lo asuman, de manera pública, Podemos, IU, ERC o la CUP y dirigentes como Pablo Iglesias, Ada Colau o Alberto Garzón, es escandaloso.
Y todos ellos lo hicieron suscribiendo e impulsando un documental, titulado ‘Ciutat morta’, que escondía las andanzas condenadas de Lanza y las transformaban en un ejemplo de represión en España, insultando con ello a la inteligencia y al buen nombre de los Cuerpos de Seguridad y de la Justicia.
‘Nada‘ Colau figura en los créditos de la película, a la que Iglesias o Garzón y sus formaciones concedieron el crédito que le negaban a jueces y policías, elevando a categoría institucional el lenguaje y los recursos defensivos típicos del mundo abertzale: convertir al verdugo en víctima y a la víctima en verdugo (La piadosa Colau exigió que se pidiese «perdón» al ‘okupa’ que dejó tetrapléjico a un policía).
En la propia Zaragoza, gobernada por Podemos, el hoy detenido impartía conferencias sobre la represión en España, aireadas por miembros del Gobierno municipal maño.
Jordi Évole publicó el 19 de enero de 2015 en El Periódico de Cataluña un artículo titulado «Ciutat Morta (o cómo la mierda flota)».
En él, el presentador de La Sexta daba las gracias a los directores del documental:
«Por mostrarnos otra versión de los hechos, la que se quiso silenciar, gracias por denunciar la tortura y por no estigmatizar a nadie por algo tan superficial como su estética».
La versión de los hechos que según Évole se había querido silenciar, la del criminal, era la que a esas mismas horas estaban publicando y emitiendo todos los medios de Cataluña. Sin excepción. Como si no quedaran más noticias sobre la faz de la tierra.
Como subraya Cristian Campos, en la cabeza de Évole, a Rodrigo Lanza no le condenaron por dejar tetrapléjico a un guardia urbana, sino por su estética (Este es el ‘okupa’ que ha asesinado con una barra de hierro a un ex legionario que exhibía la bandera de España).
En eso, alabado presentador de LaSexta no demuestra muchas luces. El mismo Rodrigo Lanza dijo que en su detención hubo «un componente racial«.
¿De qué raza está hablando Rodrigo Lanza si es blanco caucásico como los policías que le detuvieron, los jueces que le juzgaron y hasta los periodistas que le convirtieron en un mártir de la democracia?
En 2009, Lanza dio una conferencia en la Universidad de Salamanca con el nombre Proceso de fascistización y montajes policiales (El asesino del hombre con los tirantes de España dio una conferencia en la Universidad de Salamanca).
En octubre de 2016, el ayuntamiento de Barcelona subvencionó con 30.000 euros el Centro para la Defensa de Derechos Humanos Iridia, al que pertenece la madre de Lanza.
Un año antes, en 2015, el Ayuntamiento de Barcelona había concedido el Premio Ciudad de Barcelona, dotado con 7.000 euros, al documental Ciutat morta. El jurado, presidido por el crítico de cine Álex Gorina, dijo haberle concedido el galardón por «un ejercicio de la libertad de expresión a través del cine de denuncia indispensable en cualquier sociedad» (Brutal zasca de un tuitero a Garzón por el crimen de Láinez).
Pablo Iglesias se reunió en 2015 con la madre de Lanza para mostrarle su apoyo. Reminiscencias de aquella época en la que el líder de Podemos pedía (dicen que irónicamente) «salir a la caza de fachas» ( ‘Pablenin’, ¿te acuerdas cuando animabas a cazar fachas? Pues el asesino Rodrigo Lanza es tu alumno aventajado).
Ada Colau, que había colaborado a título personal en la financiación de Ciutat morta, le exigió por su parte al ayuntamiento que le pidiera perdón a Rodrigo Lanza.
Y Gabriel Rufián de ERC, que no pierde una oportunidad de perder una oportunidad de callarse, y que en 2015 manifestó su «admiración eterna» por Ciutat Morta.
Es coherente el líder de PODEMOS: apoya al etarra Otegi, al verdugo Maduro, al okupa asesino y a todos los enemigos de España https://t.co/U7Pns2fnuR
— Alfonso Rojo López (@AlfonsoRojoPD) 16 de diciembre de 2017
Y éste es el gran problema. Lanza es otro Alfon y otro Bódalo cuyos delitos y comportamientos son vistos como un efecto de un problema previo, achacable al ‘regimen‘ español; y no como una barbaridad injustificable que no puede tener ni altavoces ni justificaciones ni cobertura política alguna.
Pero las tiene, tal vez porque una parte de los dirigentes políticos españoles procede, en realidad, de los mismos círculos que todos estos indeseables.
Sólo así puede entenderse que en lugar de aislarles, les hayan tratado de héroes, ora portando camisetas en el Congreso con sus nombres, ora aplaudiendo los documentales que les mitificaban.
Sin ese contexto, inquietante y deleznable como subrayan desde ‘ESD‘, Lanza sería un cruel delincuente ajeno al sistema. Con él aupándole, es el clímax terrible de un discurso ya institucionalizado que denigra a la democracia española y aúpa a los más cafres a sentirse al frente de una cruzada en la que todo vale.
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