ANÁLISIS

Tabarnia, la derrota final

El soberanismo está hundido por las urnas, los jueces y la calle

El Gobierno y España deben aprovechar el significado de Tabarnia para dejar de amedrentarse por ser visible en Cataluña

LLa proclamación de la República de Tabarnia y la investidura de Albert Boadella como su presidente en el exilio, con una comparecencia telemática cargada de humor y fondo político, es la respuesta más inteligente, demoledora y definitiva al soberanismo campestre de Puigdemont y su cohorte.

Derrotados en las urnas y los juzgados, las manifestaciones de cientos de miles de ciudadanos contra la independencia y el nacimiento de Tabarnia son además la respuesta de la calle al procés, el fin del amedrentamiento de los no nacionalistas y la más demoledora y desacomplejada réplica a todos sus planes.

Calcar con socarronería todos los argumentos que emplea el soberanismo para reivindicar inexistentes derechos como la independencia, en este caso para defender todo lo contrario y anunciar una separación de la imposible República catalana; es una fantástica demostración de inteligencia pero también de resistencia política.

Tabarnia resume el hartazgo de millones de catalanes al discurso supremacista del nacionalismo, la respuesta al empobrecimiento y la división que ha generado y el anuncio pletórico de que, en adelante, lejos de progresar el soberanismo, va a tener que plegarse por el empuje de una mayoría silenciosa y silenciada por 40 años de políticas cercanas al totalitarismo identitario coronadas por un Golpe de Estado perfectamente organizado desde la propia Generalitat.

El derecho a decidir de todos

Cataluña nunca se separará de España, por mucho que una parte de ella se arrogue un ‘derecho a decidir’ que asiste al conjunto de los españoles y no les puede ser hurtado. Y, en consecuencia, Tabarnia no necesitará nunca independizarse a su vez de la ficticia República de Puigdemont, Junqueras y la medieval CUP.

Pero sí existe, y debe permanecer, como concepto y estímulo para que España se libere definitivamente de las ataduras y peajes que han alimentado al peor nacionalismo de Europa, ése que ha respondido con deslealtad, egoísmo, imposiciones y fracturas al evidente esfuerzo del Estado desde 1978 por consolidar un proyecto de integración entre todas las maneras de ser español.

Más presencia en Cataluña

El aplauso masivo que se ha ganado Tabarnia debe animar al Gobierno y a los partidos constitucionales a intervenir definitivamente en Cataluña en aquellas áreas, como la educación o los medios públicos, que más decisivas han sido a la hora de crear un sentimiento de agravio y ofensa a tantos catalanes.

España ha desaparecido de Cataluña como ingenua pero bienintencionada manera de convencer al soberanismo de que encajaba en el Estado, obteniendo por respuesta el desafío y los intentos de ruptura.

El respaldo de millones de catalanes a la ‘República’ del exiliado Boadella evidencia que, en adelante, hace falta falta allí más España constitucional, más Estado de Derecho y más igualdad: no sólo es lo correcto, lo justo y lo legal. Además es lo que espera una inmensa mayoría de catalanes y de españoles, tabarneses todos de corazón.

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