Sus extravagancias hicieron gracia durante un tiempo a una izquierda sobreexcitada por los espejismos del 15-M y la crispación del zapaterismo, pero en cuanto se los conoce, espantan
Un año después de la renovación ‘a la búlgara’ de Pablo Iglesias en Vistalegre II, del que este lunes 12 de febrero de 2018 se cumple el primer aniversario, Cristóbal Montoro es el único ministro con peor imagen (2,33) que el secretario general de Podemos (2,54), según el último CIS (¿Está tan acabado Pablo Iglesias como parece?).
«Gobernar te pasa factura, Iglesias no ha hecho nada a los españoles para tener esa nota… No ha aprobado recortes, no ha tocado el bolsillo de los españoles como lo ha hecho el ministro de Hacienda. Es simplemente antipatía».
Y eso, como concluye José Marcos en ‘El País’, tiene consecuencias políticas inmediatas.
“Un problema grave en política es tener muy relacionada la marca personal con la marca del partido. Es decir, con la dependencia del líder y eso, habitual en todos los partidos españoles, es especialmente acusado en el caso de Unidos Podemos”.
El rechazo que despierta Podemos es mayor del que provoca el PP pese a que Podemos cuenta con solo cuatro años de vida, no está inmerso en casos de corrupción y los reproches que se pudieran hacer a su gestión son limitados ya que gobierna en un puñado de instituciones: los autodenominados Ayuntamientos del cambio y el Ejecutivo de coalición de Castilla-La Mancha (Casi un millón de españoles se arrepienten de haber votado a los zarrapastrosos de Podemos).
La encuesta de GAD3 para ABC con la estimación de voto en caso de que este domingo se celebraran unas elecciones generales, consolida las tendencias de sondeos anteriores.
Los tres principales partidos -PP, PSOE y Ciudadanos- se mueven en los márgenes del empate, especialmente entre los populares y la formación naranja, que por el momento gana el PP con dos décimas y menos de cincuenta mil votos de diferencia (Ciudadanos amplía su ventaja sobre PP y PSOE y se confirma como partido más votado ).
Cs suma 50 escaños, hasta los 82, a los que obtuvo en 2016; mientras el PP pierde 32 diputados y en torno a un millón setecientos mil votos. Aunque los populares mejoran un punto en apoyo electoral respecto al sondeo de diciembre, su pronóstico es negativo.
En el ala izquierda de la encuesta, el PSOE aleja el fantasma del sorpasso de Podemos.
Los 94 escaños que obtendrían los socialistas dejan a mucha distancia los 43 diputados de la formación morada, que pierde 28 actas respecto de 2016 y un millón y medio de votos (PP y Cs empatan, suman el 51,4% de los votos y tendrían ahora una cómoda mayoría absoluta de 193 escaños).
El previsible desastre de Podemos tiene dos lecturas más: deja al bloque de izquierda sin opción de mayoría absoluta suficiente para investir presidente a Sánchez y, además de trasvasar 400.000 votos al PSOE, inyecta 250.000 a Cs, lo que constituye una llamativa fuga de votos desde la extrema izquierda a una formación de centro liberal.
Con matices, la opinión pública española tiende a afianzar unos cambios definitivos en el bipartidismo y a reasignar los protagonismos en el escenario político nacional.
Afortunadamente, la extrema izquierda se va desinflando porque no resiste el examen de realismo y solvencia que le aplican los problemas diarios de la sociedad. Podemos y sus dirigentes han pinchado con su discurso soberanista en Cataluña y está dominado por sus pulsiones naturales de corte totalitario.
Sus extravagancias hicieron gracia durante un tiempo a una izquierda sobreexcitada por los espejismos del 15-M y la crispación del zapaterismo. Pero en cuanto se los conoce, espantan.