Numerosas banderas españolas y catalanas, y entre las consignas más repetidas han destacado el tradicional “Viva España y Visca Catalunya”, “Viva el Rey” o “Puigdemont a prisión”
LA mayoría silenciosa que durante años había asistido como un resignado espectador a las directrices que marcaba el nacionalismo catalán desde el poder ha vuelto a demostrar que ya no se calla ni piensa tolerar los desmanes y atropellos de los independentistas.
Decenas de miles de personas acudieron este 18 de marzo de 2018 a la manifestación que organizó Sociedad Civil Catalana en Barcelona para reclamar sensatez a los políticos y pedir la puesta en marcha de una Generalitat que gobierne «para todos», y no tan solo para los nacionalistas, ante la situación de bloqueo que sufre la región desde la celebración de las elecciones autonómicas, hace ahora tres meses.
La marcha, a la que acudieron representantes de Ciudadanos, PSC y PP, así como el exprimer ministro francés Manuel Valls, reflejó, en primer lugar, la unión del constitucionalismo frente a la sinrazón separatista, cuyo único objetivo es romper la unidad de España mediante la vulneración de las leyes y el Estado de Derecho, pero también el llamamiento de la sociedad catalana a restaurar la convivencia y la normalidad democrática tras la honda fractura social que ha provocado el procés.
Frente al sectarismo y la radicalidad de los independentistas, las calles de Barcelona clamaron por recuperar el «seny» y constituir de una vez un gobierno que trabaje por y para todos los catalanes, dejando así atrás la pesadilla de un proyecto ilegal e irrealizable, cuyos únicos frutos han sido la inestabilidad política, el deterioro institucional, el declive económico y la división social.
Los separatistas fracasaron de forma estrepitosa en su órdago al Estado y, como consecuencia, sus cabecillas tendrán que rendir cuentas ante la Justicia, pero también han fracasado en su intento de acallar a la sociedad. El nacionalismo ya no tiene el monopolio de las calles.