ANÁLISIS

Europa juega con fuego compadreando con el separatismo

Europa juega con fuego compadreando con el separatismo
La ministra alemana de Justicia, Katarina Barley. TF

LAS impertinentes declaraciones de la ministra alemana de Justicia, Katarina Barley, demuestran que el proceso de entrega de Puigdemont no es sólo un asunto de jueces.

Barley ha violentado la independencia de los jueces alemanes no sólo por afirmar que era correcta la decisión de no entregarlo a España por el delito de rebelión, sino también por pronosticar que será difícil demostrar el delito de malversación de fondos por el que también es reclamado el expresidente catalán.

Amén de dejar al pie de los caballos a la Fiscalía alemana que sí veía la rebelión, como subraya el diario ‘ABC’ en su editorial, este 8 de abril de 2018.

Esta apreciación personal es un intento de influir en la decisión final del tribunal alemán y se corresponde con la actitud comprensiva de parte de la izquierda con las críticas a España.

Tampoco es raro que esto piense una socialdemócrata alemana, cuando sus homólogos catalanes no cesan en calificar como desproporcionadas las medidas cautelares impuestas.

Las declaraciones de Barley dinamitan la confianza recíproca sobre la que debería asentarse el proceso de la euroorden y el espacio judicial común al que supuestamente aspira la UE.

Y, sin duda, desmienten el supuesto apoyo de la canciller Merkel a España tras conocerse la decisión del tribunal regional de Schleswig-Holstein. Es comprensible que el presidente del Gobierno se ciña al discurso oficial -hoy superado por los acontecimientos- de respetar las decisiones de los tribunales, pero esta actitud es compatible con su deber de trasladar al Ejecutivo alemán la ofensa gratuita cometida por su ministra. España no es un país de segunda en el concierto europeo, ni sus intereses de Estado deben quedar mutilados por correcciones protocolarias.

Europa juega con fuego en el desenlace de los procesos judiciales de entrega abiertos en el Reino Unido, Bélgica y Alemania contra los cabecillas del golpe. Creíamos haber superado los tiempos de la desconfianza entre democracias europeas, pero parece que siguen vigentes.

Es inconcebible que esta Europa asolada por el nacionalismo supremacista en dos guerras genocidas tenga ahora esta flojera de principios.

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