ANÁLISIS

Hace mucho que los españoles enterraron a Franco, pero Pedro Sánchez no se había enterado

La exhumación debe servir para que de una vez el PSOE y la izquierda en general abandonen el frentismo como palanca electoral

Hace mucho que los españoles enterraron a Franco, pero Pedro Sánchez no se había enterado
El socialista Pedro Sánchez (PSOE), el Valle de los Caídos y el general Francisco Franco. EP

EL Gobierno anunció ayer los trámites para exhumar los restos de Francisco Franco de la basílica del Valle de los Caídos.

Por la vía del decreto y acogiéndose incluso a la opinión de un comité de la ONU al respecto, el Ejecutivo de Pedro Sánchez da quince días a la familia para hacerse cargo del cuerpo del dictador. En caso de negarse a colaborar será el propio Ejecutivo el que decida un lugar «digno y respetuoso».

A nadie se le escapa que tras un buen puñado de renuncias a sus promesas (derogación de la reforma laboral, fin de las concertinas en la valla de Ceuta y de las devoluciones en caliente de inmigrantes, el impuesto a la banca o la publicación de la lista de beneficiarios de la amnistía fiscal) y atrapado en el laberinto de abrir torpemente la distensión con los golpistas catalanes, Sánchez intenta un golpe de efecto para congraciarse con el electorado de izquierdas que se tendrá que disputar con los populistas de Podemos.

La excusa de la urgencia alegada por la vicepresidenta Calvo para justificar el desentierro por decreto se cae por su propio peso. Franco lleva 43 años allí enterrado sin que ese hecho haya sido durante este casi medio siglo motivo de especial preocupación para la inmensa mayoría de los españoles.

Se resuelva como se resuelva la exhumación, el hecho ha de servir para que el PSOE y la izquierda en general abandonen el frentismo abierto por Rodríguez Zapatero (el que por cierto no vio ninguna urgencia en sacar a Franco de Cuelgamuros) a cuenta de la llamada memoria histórica.

Los españoles hace varias décadas que enterraron definitivamente el franquismo y se entregaron a la democracia, a sus verdaderos problemas e inquietudes del presente. Ha sido el PSOE el que se ha empeñado en traerlo al primer plano con dos objetivos: reescribir la historia de la Guerra Civil desde solo uno de los bandos (lo mismo de lo que se acusó al franquismo) e intentar poner en un brete al centro-derecha, asociando su desinterés por la memoria histórica y el revanchismo de la ley de Zapatero a que se trata de un partido con raíces franquistas. Naturalmente se trata de una simpleza equiparable al presunto efecto que Calvo aprecia en la exhumación de los restos del dictador:

«La democracia española se siente más digna».

Desde que llegó a La Moncloa lleva Sánchez repartiendo por su cuenta carnés de «dignidad», quizá para sacudirse el dudoso mérito de haber llegado al poder sin pasar por las urnas.

La democracia española es perfectamente digna desde el mismo momento en que los españoles acordaron la reconciliación definitiva de aquella dos Españas eternamente enfrentadas y que solo la izquierda se empeña en resucitar.

Hoy por hoy a los españoles les preocupa más que el Ejecutivo de Sánchez no defienda al juez Llarena que dónde esté la sepultura de Franco.

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