ANÁLISIS

Pedro Sánchez el ‘okupa’ y un Gobierno sin coherencia ni proyecto

Pedro Sánchez el 'okupa' y un Gobierno sin coherencia ni proyecto
Pedro Sánchez con su esposa, Begoña Gómez (PSOE). EP

LA devolución inmediata del centenar de inmigrantes que asaltó la valla de Ceuta es la confirmación de que el presidente Pedro Sánchez vive al día el problema de la inmigración.

Lo mismo organiza una feria internacional con la llegada del Aquarius, que se apropia del acuerdo multilateral para los rescatados por el Open Arms o echa mano de un acuerdo casi secreto con Marruecos para devolver a este país al centenar de la última avalancha violenta.

La izquierda vive estas contradicciones con absoluta normalidad, porque está acostumbrada a decir unas cosas y a hacer otras, confiando en ser siempre disculpada por ese falso sentimentalismo con el que pretende resolver cualquier problema, desde el déficit público a la inmigración ilegal.

Es un método de gobierno basado principalmente en el engaño a la opinión pública, a la que quieren seducir con lenguajes de ONG para luego disculparse con pragmatismos de última hora. Pedro Sánchez es un paradigma de gobernante de izquierdas, de esos que pierden la adolescencia política en el poder como si el equivocado fuera el mundo y no él.

El Gobierno socialista ha tratado el problema de la inmigración con absoluta falta de responsabilidad de Estado y ha llegado al movimiento de péndulo: del entusiasmo del Aquarius a la devolución fulminante y de tapadillo, gracias a un acuerdo bilateral que genera dudas sobre su encaje en la normativa sobre extranjería.

El Gobierno debería presentarse en el Congreso, incluso en Bruselas, con una propuesta de reformas legales que amparen esa práctica de devolución en el acto como un procedimiento bien organizado, respetuoso con los derechos humanos y rápido en la ejecución de las expulsiones.

Cuando las mafias de traficantes de personas comprueben que la entrada ilegal en España dura sólo unas horas, quizá empiecen a replantearse su negocio. Sería sólo una parte de la solución, porque el resto depende de que los países emisores de emigración generen suficientes oportunidades de trabajo digno para sus poblaciones.

Sin embargo, es probable que el Gobierno no quiera enfrentarse a la realidad de la inmigración, ni asumir ante el electorado progresista el coste de que la respuesta que incumbe a las autoridades españoles debe ir por el camino de las devoluciones inmediatas, incluyendo los casos de rescates marítimos.

Además que esta vía de actuación exigiría aceptar un cambio de discurso de los socialistas contra las devoluciones «en caliente», tan utilizadas contra el PP.

Pero mucho peor es que la política de inmigración siga en manos de un gobierno que se levanta cada día sin saber qué tiene que hacer para proteger las fronteras de España y para salvaguardar las vidas de miles de personas dispuestas a cualquier cosa con tal de llegar a suelo español.

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