ANALISIS

España: Hay fascismo, pero apoya al socialista Pedro Sánchez

España: Hay fascismo, pero apoya al socialista Pedro Sánchez
Pedro Sánchez y los fascistas abertzales de Rentería. EP

Que nadie se llame a engaño (El golpismo apuesta por Sánchez: JpC y ERC apoyarán al del PSOE como presidente al verlo ‘el mal menor’).

Con las mismas banderas republicanas -es decir, inconstitucionales- que ex hibe la izquierda española, grupos batasunos acosaron e intimidaron este 14 de abril de 2019 en Rentería a los asistentes al mitin de Ciudadanos (Inés Arrimadas gana el primer debate, arrinconando a la ministra por el apoyo de los independentistas a Sánchez ).

Las imágenes grabadas por los propios amenazados reflejan rostros desencajados por el odio, el mismo con el que justificaban los asesinatos cometidos por ETA, como el de Miguel Ángel Blanco, también en Guipúzcoa (Felipe González explota como nunca y saca a relucir todas las traiciones de Pedro Sánchez).

La impunidad de estas manifestaciones de totalitarismo separatista demuestra que la derrota de ETA no ha llevado la paz social al País Vasco.

Los constitucionalistas se mueven allí protegidos, como si salieran de un gueto al que deben volver cuanto antes; sólo si guardan silencio pueden asegurarse un mínimo de tranquilidad. Silencio es exactamente lo que quieren imponer los herederos de ETA a quienes hasta hace poco eran víctimas de sus balas y hoy lo son de su odio. En todo caso, callados: por estar muertos o por no hablar.

El nacionalismo es hoy en España la principal fuente de odio, violencia y sectarismo. Es una amenaza directa a la paz y a la convivencia; y el Estado de Derecho tendrá que reaccionar.

No será fácil que lo haga si gana el PSOE las elecciones porque los que maltrataron en Barcelona a la candidata del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, y en Rentería a la de Ciudadanos, Maite Pagazaurtundúa, se alinean con los que votaron a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno en la moción de censura y volverán a hacerlo después del 28-A si es necesario para que siga en La Moncloa.

La tibieza del PSOE contra estos actos de fascismo nacionalista -lo que empieza a ser una redundancia- es una advertencia a los votantes socialistas de su responsabilidad con la entrega del poder político a unos grupos cuyo objetivo no es impedir que gane la derecha -este es el eslogan para incautos que distribuye el PSOE, al que Sánchez presenta ahora como un partido «cabal, moderado y sensato»-, sino romper España y su democracia.

Sánchez sigue sin tener la dignidad de repudiar anticipadamente cualquier voto que provenga de partidos que alienten o justifiquen la violencia.

No lo hizo en la tribuna del Congreso de los Diputados con los votos de Bildu en la moción de censura; y seguirá sin hacerlo porque la prioridad de la izquierda es el frentismo contra la derecha, y sus partidos -PSOE y Podemos- aceptan a cualquiera como socio.

Este es el signo distintivo de esta campaña y de las elecciones del 28-A: la disyuntiva entre democracia representativa y alianza nacionalista-socialista, entre España y no España. El peligro del fascismo existe, se llama nacionalismo violento y está en las candidaturas dispuestas a apoyar a Sánchez.

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