Miércoles santo en tiempo de Pedro Sánchez

Miércoles santo en tiempo de Pedro Sánchez

Miércoles santo, recuerdos de una infancia que entonces parecía infinita. Recuerdos de una sociedad en blanco y negro, recuerdos de familia en blanco y negro. Una sociedad que vivía a borbotones la post guerra y pedía a los cielos que todo fuese bien y llegase pronto el fin de mes. Iglesias llenas, despensas vacías. Devoción y temor de Dios. Procesiones y silencio. Radio en silencio. Todo en mi pueblo era silencio, creo que hasta la bulliciosa estación del tren entraba en modo avión para evitar cualquier provocación.

La semana santa de mi infancia se vivía en quietud y enclaustramiento familiar. Quietud que te enervaba, te quemaba y cerraba horizontes. Tu horizonte era tu casa. Nadie iba más allá de la escalera de vecinos porque no había donde ir. Te llevabas a escondidas un buen taco de cuentos del Capitán Trueno o Roberto Alcázar y pasabas las horas sin chistar. Al subir a casa te preguntaban y tu te encogías de hombros: “ Por ahí abajo, aburrido”. Ningún chiguito salía a jugar a las canicas a la plaza del Dieciocho de Julio ni circulaban coches por la calle General Franco. Te quedabas en casa hasta que tus mayores te lo decían y a nadie se le ocurría una crítica a tus padres ni al gobierno, que la autoridad era cosa muy seria. Calles vacías y plazas en silencio. Como este año, pero con un fondo religioso y tenebroso. Sin el trasfondo de cabreo que cubre este año páramos y valles, llanura y montaña. Moría Dios y había que estar serios y discretos, temerosos de que el cielo se desplomara sobre nuestras cabezas. Nos habían enseñado el temor de Dios más que el amor de Dios. 

Algo que, desde que tuve tiempo y ganas de reflexionar sobre estas cosas, siempre me extrañó fue que nosotros, católicos españoles ( hablo de aquella sociedad, hoy no estoy seguro de lo que somos) celebrábamos con pompa y boato la muerte de Cristo mientras otras sociedades, incluida la católica Italia, celebraban con juegos, comidas y alegrías la pascua, es decir la resurrección. Nosotros hemos olvidado la Pascua. Claro que me conmueve la semana santa, claro que me conmueve ver un paso en una calle mayor atestada de… de… Siempre me lo he preguntado, ¿los que acuden a una procesión son “fieles creyentes” o “espectadores curiosos”? Las procesiones me agitan profundos sentimientos, a veces contradictorios en un católico contradictorio, pero tengo la sensación de que me han robado una parte bonita de la infancia llamada Pascua.

Ahora que nuestros torpes políticos han puesto de moda el revisionismo histórico a mí se me antoja echar la culpa a los Austrias, a la severidad de su corte, al traje eternamente negro de Felipe segundo. Los austrias no me cayeron bien desde lo del celebrado Carlos I, el de Villalar, el que asoló Medina del Campo o Segovia. Qué quieren que les diga, yo he sido siempre más echao pa’ Francia y si hubiera vivido en 1808 habría luchado en el bando perdedor, aunque solo fuera para llevarle el botijo a Goya. O tal vez para haber sido testigo de cómo pintaba un cuadro… ese cuadro del que tuvo que hacer dos versiones.

Perdón, me he desviado… que les estaba hablando de la semana santa. Cuánto luto hemos llevado por la semana santa y qué poca alegría por la resurrección. Pocos conejos de Pascua, pocas monas, poca alegría. La radio y la televisión trasmitían solo música clásica y procesiones. Hoy en cambio tenemos dieciocho televisiones, llenas de grandeshermanos, supervivientes, concursos necios para países necios y… y series de casas de vecinos. Entonces la semana santa se celebraba apagando las televisiones y en cambio hoy el gobierno las enciende quemando 15 millones de euros para… para que improvisen otra adoctrinadora serie de vecinos sobre el confinamiento.

Porque lo que diferenciaba aquella sociedad y esta no es solo internet y poder hablar con el abuelo Rodolfo mientras le ves en la pantallita de tu teléfono, es sobre todo la televisión. Entonces estabas absolutamente confinado, encerrado, aislado, separado triste y aburrido. Hoy el gobierno se preocupa de tu salud mental y encarga a la familia Bardem una serie para tener tu cabeza ocupada y no des en malos pensamientos contrarios a los de la santa corrección política. Si en algo se parecen aquella sociedad y esta es en el manejo de la televisión para fines… esto… a ver… para fines sociales. Sí, eso, digamos sociales.

Una última diferencia: aquel enclaustramiento se hacía acompañado de ayuno y abstinencia, dos palabras que han perdido sentido en esta sociedad dilapidadora. Piénsese en cómo salían los carritos de los supermercados cuando nos dijeron que nos quedáramos en casa.

La Resurrección. Yo juraría que a la misa de resurrección íbamos más deprisa, con ganas de que empezase pronto y acabase pronto. No tanto porque empezábamos un tiempo nuevo, tiempo de Pascua, sino porque acabase todo lo anterior. A la salida de la misa en mi casa comprábamos churros donde el señor Lucas y procedíamos a desayunarlos con la familia reunida en torno a la mesa. Quizá hubiéramos encendido la televisión si entonces hubiera habido televisión por las mañanas. Qué afortunados somos ahora que podemos enchufar la tele a cualquier hora para escuchar a Pedro Sánchez.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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