La batalla cultural de la derecha

La batalla cultural de la derecha

Hay mil y una cosas que dudo, hay muy pocas de las que estoy seguro, no suelo hacer afirmaciones contundentes, no puedo. La de la batalla cultural que dice Vox que hay que dar me parece bastante cierta. Sí, he nombrado a Vox y he nombrado a la bicha nacional, pero no empiecen todavía a lapidarme, denme unos pocos minutos. Y antes déjenme añadir que es una batalla que el PP no ha querido dar o, si la ha dado, la ha perdido.

Que UGT o que IU inviten a sus congresos a Arnaldo Otegui y sus militantes más inteligentes, más críticos, más conscientes y más inteligentes no se golpeen las cabezas contra los pilares de la democracia es muestra de la desviación ideológica de cierta izquierda. Que la foto de Colón, PP, Vox y Ciudadanos unidos en manifestación sea un escándalo insoportable pero se vea con normalidad la presencia de un exetarra en congresos de organizaciones democráticas es muestra de un grave sesgo ideológico de aquellos periódicos y televisiones que apoyan que la extrema izquierda judicialmente culpable de crímenes es preferible a una derecha, todo lo extrema que usted quiera, democrática y respetuosa de la constitución.

Otra muestra de sesgo, tan ilógico como ideológico, es que personajes de tres al cuarto, tan famosos por sus escritos como por sus borracheras, tengan su ratito de micrófono en determinadas emisoras y haya miles de españoles que, sin hacer discriminación de lo que están recibiendo, les sigan para recibir una ración de ideología, aún procedente de personas claramente decadentes.

Que tengamos ministros que durante años y años han vertido (“arrojado” estaría mejor) manifestaciones contra el enriquecimiento de políticos y ahora, convertidos en políticos enriquecidos, sean protegidos y comprendidos por medios de comunicación y sean apoyados y disculpados por miles de votantes sin aparente contradicción es muestra de que esa batalla cultural ha sido ganada por quienes tragan carros y carretas contradictorios como si bebieran agua embotellada.

Que ministros de la izquierda se permitan mentirnos con absoluta indecencia y no pase nada; que viajen durante la pandemia saltándose normas que nos deberían afectar a todos y no pase nada; que nos oculten los muertos de la pandemia y no pase nada, que manipulen los medios de comunicación y no pase nada; que cuando en Italia llevaban dos semanas muriendo por las calles aquí nos hablaran de una gripe y no haya pasado nada, es muestra de que esa izquierda detenta una superioridad moral conquistada por una guerra cultural que el PP no supo dar.

Que el gobierno de la nación tenga su apoyo en partidos abiertamente xenófobos, excluyentes y exclusivistas y que se venda esto a la opinión pública como gobierno de progreso, o que a las 48 horas de celebradas las elecciones el partido socialista se contradiga en un abrazo que antes hubiera quitado el sueño a los españoles son consecuencia de que las reglas éticas de la izquierda son mucho más amplias, difusas y confusas que las de una derecha que tiene miedo de reconocerse como derecha y prefiere el disfraz de “centroderecha”.

Hay una autoconcedida superioridad moral de la izquierda con la que algunos no estamos de acuerdo, sobre todo porque es autoconcedida, arrogada, usurpada. La ética y la moral, sus reglas y sus normas, atañen a todos, no importa de qué ideología sea el negro que te escribe la tesis doctoral ni importa el método por el que robas a los contribuyentes, sea mediante trampas en los cursos del paro o mediante trampas cuando el Papa venía a España. La ética implica que las cartas son las mismas para todos, de esta cosa estoy muy seguro.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

Lo más leído