ARTÍCULO EN EL MUNDO

Fernando Sánchez Dragó achicharra a los «gilipollas» que pretenden hacer cocinas inclusivas en el País Vasco

Fernando Sánchez Dragó achicharra a los "gilipollas" que pretenden hacer cocinas inclusivas en el País Vasco
Fernando Sánchez Dragó.

Magistral, como siempre, Fernando Sánchez Dragó. El escritor opina este 22 de septiembre de 2019 en su tribuna de El Mundo sobre la medida del Gobierno vasco de obligar por ley a que los pisos de nueva construcción tengan cocinas inclusivas.

El columnista se queda ojiplático ante la noticia:

Llego a Barajas tras un viaje de veintisiete horas de duración. Corro a casa, me ducho, vacío la maleta, pongo el telediario y me pellizco. Quizá lo que llega a mis ojos y mis oídos sea fruto de esa droga psicotrópica a la que llaman jetlag: una alucinación, una pesadilla, un delirio, una fake new. Inocentada, no creo. La fecha no encaja. ¿Demencia senil? Toco madera. Lo cierto es que la presentadora me deja tarumba al dar la noticia de que el Gobierno del País Vasco, deseoso de fomentar la igualdad entre los representantes del sexo masculino y el femenino, se dispone a alumbrar una ley que regule el tamaño y la distribución de las habitaciones en las viviendas.

Se toma la noticia con muchas dosis de cachondeo:

Las cocinas, por ejemplo, tendrán que medir siete metros de superficie para que con esa holgura, superior, según parece, a la habitual, los varones se animen, pongan fin a su secular desidia en el desempeño de las tareas domésticas, empuñen las sartenes, cojan el mocho, frieguen la vajilla y echen una mano a sus señoras, que así dejarán de merecer el remoquete de santas. La medida, como era de esperar, ha sido acogida tanto por ellas como por ellos con incredulidad e hilaridad, por no decir abierto cachondeo. También se prohibirá que los dormitorios tengan diferente tamaño y diseño para que los hijos no se sientan discriminados respecto a los autores de sus días o, si los hubiere, sus abuelos.

Al fin y al cabo, apunta el legislador dándolo por hecho, no se irán de casa hasta los treinta años. Cuentan que Ortega dijo, después de una trifulca con Salvador de Madariaga, que su contrincante era tonto en más de cuatro lenguas. Parece ser que la frase es apócrifa, pero viene al pelo. ¿Cómo se dice gilipollez en vascuence? El diccionario no lo aclara, pues gilipollas allí, según Sabino Arana, sólo lo son los maketos.

Y remacha asegurando que, más allá de la anécdota, lo cierto es que se trata de una medida que pretende gobernar y condicionar lo más íntimo de nuestras vidas:

No se me enfaden los vascos. Quizá lo de gilipollas aplicado a quienes hayan concebido la medida en cuestión resulte algo excesivo, pero la verdad es que gilipollez en más de un idioma –castellano y euskera– es el calificativo idóneo para un proyecto de ley tan estúpido y totalitario, además de inaplicable, como el que se materializó frente a mí envuelto en las brumas del jetlag. Algo muy parecido hicieron en sus respectivos países los bolcheviques y los maoístas. En ruso o en chino no lo sé, pero eso, en cristiano, se llama meterse hasta en la sopa. Otro abuso de la democracia, presunta garante de la libertad.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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