El escritor tiene una especie de 'idilio' dominical con Twitter

Pérez-Reverte: «España debería dejar de hacer el payaso de una vez con Gibraltar»

"Sería mejor aceptar la independencia de la colonia a cambio de cuanto se pudiera lograr, y dejar de hacer el ridículo".

Pérez-Reverte: "España debería dejar de hacer el payaso de una vez con Gibraltar"
Arturo Pérez-Reverte. CA

El escritor Arturo Pérez-Reverte tiene una especie de ‘idilio‘ con Twitter los domingos en la tarde y este 21 de abril de 2013, no ha sido una excepción.

Pérez-Reverte, que antes de convertirse en el novelista español de más exito y entrar en en la Academia de la Lengua, ejerció muchos años de reportero audaz, reflexiona y debate esta vez sobre el conflicto de Gibraltar.

El cartagenero comentó la última intervención del ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, al respecto de la cuestión del peñón, destacando de forma irónica su «serena energía española ante ingleses y gibraltareños después de décadas pagando hasta el bidé y la cama».

«Este ministro lo va a cambiar todo en dos o tres días: las claudicaciones infames, los lametones, la abyección, el sírvase usted mismo… Ahora resulta que la culpa de la chulería gibraltareña sólo la tuvo Moratinos. Que fue un flojo y un pastelero, cierto, pero sólo uno más».

«Gibraltar es la historia de un tragar. Se tragó con permitir que los llanitos comprasen el campo de Gibraltar y media Costa del Sol, con que se ampliara impunemente el suelo del Peñón y las aguas con material de relleno enviado desde España, con que 7.000 llanitos vivan como señores en España pero tributen en Gibraltar, o con que Gibraltar siga siendo la mayor base contrabandista y de negocios turbios de la zona».

«Se tragó y se traga con 60.000 líneas telefónicas que van de España a Gibraltar y ahí las disfrutan por la cara, con que sea fondeadero libre británico y que petroleros de allí den combustible (y lo cobren) a otros barcos en aguas españolas, con que los pescadores sean acosados en aguas españolas con total impunidad, con que las patrulleras gibraltareñas y británicas lleven décadas mofándose impunemente de la Guardia Civil, o con que la marina y el ejército británico hicieran maniobras que incluían hasta desembarcos en playas españolas».

El escritor explica: «España lleva treinta años tragando de todo con Gibraltar. Los tiene acostumbrados a la impunidad absoluta. Y con esas facilidades, los gibraltareños son amos de la zona. Dan trabajo. Sin ellos, sin la colonia, la comarca sería paro y miseria».

«Y ahora el ministro Margallo dice que apretará tuercas. Y eso no me lo creo ni yo, ni se lo creen ustedes. Y el ministro Margallo no se lo cree ni harto de ginebra Larios», opina, añadiendo que «si Moratinos con Gibraltar (y con otras cosas) fue un pobre hombre, lo de ahora suena a bravata de charlatanes bocazas y fantasmas».

De cara al futuro, propone una nueva línea de actuar, al afirmar que «España debería dejar de hacer el payaso de una vez con Gibraltar» y «asumir el resultado de treinta años de vileza, claudicación y cobardía»:

«Gibraltar no volverá a ser español, ni cosa parecida, en la maldita vida, y afirmar lo contrario es mentir a sabiendas y echar cortinas de humo».

«Sería mejor aceptar la independencia de la colonia a cambio de cuanto se pudiera lograr, y dejar de hacer el ridículo».

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