Anna Grau analiza la profesión en su blog 'Piensa lo peor' (ABC)

¿Cómo hay que llamar a un periodista [Enric Sopena] que no defiende el periodismo [y si al secuestrador]?

A propósito del abogado chileno Gonzalo Boyé, condenado por colaborar con ETA, y demandante de Isabel Durán y Alfonso Rojo

¿Cómo hay que llamar a un periodista [Enric Sopena] que no defiende el periodismo [y si al secuestrador]?
Enric Sopena y Gonzalo Boyé. PD

No hace tanto me asomé aquí a este blog a discrepar de la compañera bloguera de aquí al lado Edurne Uriarte. Yo había entrevistado a Dani Rovira, el protagonista de los «Ocho apellidos vascos», él hizo en aquella entrevista un comentario que mereció un comentario negativo de Edurne, a mí este comentario me pareció un tanto injusto y se lo repliqué.

Poco después coincidimos físicamente y ella misma sacó el tema con una gran, liberal sonrisa. No sólo no estaba ni mucho menos disgustada sino que agradecía y valoraba la discrepancia.

Da gusto con gente así.

Qué diferencia con este artículo repleto de mala leche y de ataques personales que Edurne acaba de recibir de Enric Sopena, uno de esos periodistas siempre e infaliblemente en posesión de la verdad por el mero hecho de haber nacido socialista.

Que ya se sabe que esa es una categoría ontológica casi milagrosa, vamos, rayana en la perfección insuperable, por lo menos hasta la emergencia de estos de Podemos.

Pero no nos desviemos del tema. El inefable Sopena cargaba contra la «tránsfuga» Uriarte -si hay algo peor que no ser socialista es haberlo sido una vez y haber dejado de serlo, deduzco- por un post donde ella defendía el derecho de dos colegas de profesión, los excelentes periodistas Isabel Durán (conductora de Más Claro Agua en 13TV) y Alfonso Rojo (Periodista Digital, Rojo y Negro) a llamar «terrorista» a un señor, Gonzalo Boye, que en 1996 fue condenado en firme por la Audiencia Nacional como efectivo colaborador en el secuestro de Emiliano Revilla. Cumplió prisión por ello.

Gonzalo Boye colaboró con ETA en este secuestro en su calidad de entonces simpatizante del MIR, un grupo terrorista chileno de extrema izquierda.

Destaca Sopena, con considerable mala fe, que el MIR y otras formaciones florecieron en el Chile de Pinochet, marcado por una represión tan brutal que llegó a horrorizar a los asesores de Henry Kissinger (no tanto a él mismo, todo hay que decirlo).

Ciertamente estas cosas pueden debatirse. Pero el hecho de que el señor Boye considerara que su oposición de Pinochet se manifestaba ayudando a ETA a secuestrar a un empresario español nos dice unas cuantas cosas de la catadura moral e intelectual de algunos.

De los que hicieron aquello, y de los que todavía tienen el cuajo de defenderles por escrito.

Otro de los endebles argumentos a favor de Boye, que se quiere querellar contra Durán y Rojo por calificarle de «terrorista» -pretende pedirles cientos de miles de euros por ello- es que hace mucho tiempo que está desvinculado del MIR. Puede ser.

Vamos, si él lo dice, será hasta seguro. Pero eso no altera la historia ni sus antecedentes penales (estos sólo prescriben a efectos de no acumularse a nuevas condenas, pero no desaparecen ni se convierten en algo innombrable; esto no es el tribunal de la Rota).

Ni, dicho sea de paso, consta por ningún lado que el señor Boye se haya mostrado arrepentido o haya pedido perdón a Revilla y a su familia. Que esta y no ninguna otra podría ser la razón para que las personas de bien se «cortaran» hoy de recordarle su pasado terrorista.

¿Acaso El País no sigue calificando con cotidiano descaro a Gómez de Liaño «juez prevaricador» a pesar de que ya está indultado por el gobierno?

¿Y no siguen llamado chorizo a Luis Roldán sin molestarse en comprobar si sigue teniendo el dinero que robó o se lo robó a él Paesa?

¿Qué pasa, que sólo los del PSOE tienen derecho a tener memoria y a recordarles a los demás lo que no les gusta que se les recuerde que hicieron?

Lo peor para mí no es la querella en sí misma, siendo algo grave. Como dice Isabel Durán, siendo algo que sin duda empuja y empujará cada vez más a los periodistas a la autocensura, más en estos tiempos de tribulación económica y medios de comunicación poco dados a incurrir en quijotadas para defender la libertad de expresión.

Lo peor para mí es que un colaborador en el secuestro de Emiliano Revilla se quiera querellar contra dos periodistas que le recuerdan que fue un «terrorista«… y otro periodista se ponga a favor de él, no de aquellos a los que debería considerar sus compañeros de trinchera, sea cual sea la adscripción ideológica.

Pero está visto que un sectario antes simpatiza con un terrorista que con alguien que piensa y escribe distinto.

NOTA DE LA REDACCIÓN.– Reproducimos el artículo por su indudable interés, tanto periodístico, como social o jurídico.

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