Santiago González deja en 'cueros vivos' al portavoz de Podemos

Pablo Iglesias y su versión para caperucitas de la II Guerra Mundial y el totalitarismo comunista

"En opinión del Tuerkas, Wajda incurre en un error narrativo garrafal, que es la equivalencia y equidistancia entre nazis y soviéticos"

Sus anfitriones iraníes, que tan amablemente ceden a Podemos una televisión pública, Hispan TV, cuelgan a los homosexuales y a los blasfemos de las grúas y lapidan a las mujeres por adúlteras o por cristianas

Este 1 de septiembre de 2014, coincidiendo con el 75 aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Fernando Navarro y Santiago González hacen, en el blog de este último, una socarrona disección del ‘pensamiento político’ y de los ‘conocimientos históricos’ de Pablo Iglesias, a la luz de lo que el profesor de la coleta escribe y proclama.

Reproducimos los párrafos mas significativos de lo que comentan navarro y González en un post titulado «Fernando Navarro y Santiago González».

Pablo Iglesias, el Tuerkas, el político más valorado por el electorado español, según la encuesta que publicaba este domingo El Mundo, sigue evaluando el acontecimiento con los criterios de la ortodoxia comunista de hace tres cuartos de siglo. Seamos comprensivos.

Él y Juan Carlos Monedero, alias ‘Moneypeny’, son los Pepe Gotera y Otilio de la Complutense, dos chapuzas ejerciendo de intelectuales. El Tuerkas ha escrito un libro sobre política y cine, ‘Maquiavelo frente a la gran pantalla’, cuyo segundo capítulo cuenta a su estilo, la película de Andrzej Wajda, ‘Katyn‘.

La cosa va de la ideologización de la historia. Se trata, en opinión del Tuerkas, de construir un relato ideologizado pero que no lo parezca, porque entre la educación y la propaganda Pablo Iglesias escoge esta última «sin lugar a dudas«.

Hablamos, pues, de creación de la «memoria histórica«, para lo cual el cine es una herramienta de enorme valor.

Recordemos que, tras la ocupación de Polonia, los soviéticos asesinaron a un número de polacos cercano a los 22.000 en el bosque de Katyn. Se trataba de descabezar a la sociedad polaca eliminando a todos aquellos que en el futuro podrían haber dirigido una insurrección: oficiales del ejército, mandos policiales y miembros de las élites polacas.

Entre ellos estaba el padre de Andrzej Wajda. PI acepta a regañadientes («todavía hay historiadores y politólogos, sobre todo en Rusia, que sostienen que la versión original de la URSS, que atribuía a la Wermacht la responsabilidad del crimen, resulta más verosímil») que la autoría soviética de los crímenes de Katyn parece clara.

Pero en cualquier caso quiere «hacer añicos esos discursos tan de moda en nuestra época que pretenden unificar los «totalitarismos» y atribuirles todos los crímenes políticos del siglo XX.

Con el entrecomillado parece querer decir que el término totalitarismo está siendo utilizado de manera exagerada. Obviamente no cuando se aplica al nazismo, sino cuando se usa para describir el comunismo.

Al usar el término ‘totalitarismo‘ para ambos sistemas se están equiparando, algo que revienta a PI. Andrzej Wajda también se empeña en hacer esta equivalencia, pero él va a desenmascararlo.

«Wajda construye de manera muy eficaz en su película una identidad polaca caracterizada por el catolicismo y el anticomunismo».

¿Construye una identidad o simplemente cuenta que sus paisanos son mayoritariamente católicos y anticomunistas?

Al Tuerkas le molesta que Wajda sea anticomunista, y que no se haya tomado más deportivamente el asesinato de su padre por los soviéticos en el bosque de Katyn. Es lo que tienen los polacos, que como son católicos y anticomunistas, carecen de sentido del humor.

Por eso, en opinión del Tuerkas, Wajda incurre en un error narrativo garrafal, que es la equivalencia y equidistancia entre nazis y soviéticos.

Para argumentarlo describe una de las escenas más impactantes de la película: un grupo de polacos que huyen de los nazis están atravesando un puente cuando se encuentran con otro grupo de polacos huyendo en dirección opuesta. ¿Qué ocurre? Los soviéticos han entrado.

«De esta forma, en los primeros segundos de la película, ya tenemos el punto de partida geopolítico: Polonia, representada por una multitud desarmada que intenta escapar, es ocupada por alemanes y soviéticos.

Este paralelismo entre nazis y soviéticos es constante en toda la película, pero hay momentos especialmente llamativos, como cuando vemos que se saludan y bromean entre ellos. Hay incluso una secuencia, históricamente inverosímil pero muy eficaz fílmicamente, en la que uno de los oficiales alemanes llama amistosamente ‘camarada’ a su interlocutor soviético».

Precisamente esa primera secuencia, la del puente, es una muy exacta metáfora del arranque de la 2ª Guerra Mundial y el pacto germano-soviético: un pueblo en un puente, huyendo de los nazis y encontrándose con los comunistas en la otra parte. Auschwitz y Katyn. Desde el ataque alemán al pasillo de Danzig hasta el ataque del Ejército Rojo pasaron 16 días.

Pero no le hablen a él de equidistancias. ¿Cómo comparar las atrocidades del totalitarismo nazi con los hechos del «totalitarismo» soviético? ¿Y a qué viene ese intento espurio de paralelismo que llega incluso a presentar a soldados nazis y soviéticos confraternizando? ¿Dónde se ha visto? Pues por doquier, querido Tuerkas:

 

Fíjate lo risueño que estaba Stalin el 23 de agosto, durante la firma del Pacto que establecía el reparto de Polonia por Molotov. No saquemos conclusiones equidistantes de ella.

Respecto a la secuencia que calificas de ‘inverosímil‘, mira las tres fotos que siguen. Es puro documental:

 

Aquí arriba, foto «históricamente inverosímil pero muy eficaz fílmicamente» en la que soldados de la Wehrmacht y del Ejército Rojo confraternizan tras haber compartido la invasión de Polonia. Y se cambian pitillos y sonrisas y se llaman ‘camarada’ unos a otros. También los oficiales. Vean ésta:

 

 

 

¿Y cómo comparar las atrocidades del totalitarismo con las del «totalitarismo«? Pues comparando. Voy a citar un caso en que los comunistas superaron a los nazis. Entre las múltiples muestras de barbarie del nazismo, no está la violación sistemática como arma de guerra. Entre las del comunismo, sí.

Dos millones de alemanas fueron violadas por soldados del Ejército Rojo. Una de ellas, la madre de Gunter Grass, según cuenta en sus tardías memorias ‘Pelando la cebolla’.

Otra, la que fue mujer del canciller Helmut Kohl, Hannelore Kohn, violada repetidamente por soldados soviéticos cuando tenía 12 años.

No fueron episodios aislados. Dos millones. Y eran instigadas por el mando. Un escritor a quien yo leí con gusto años ha, Ilya Ehrenburg, explicaba el know how a la soldadesca en su calidad de comisario:

«¡Matad! ¡Matad! En la raza alemana no hay más que mal, ¡ni uno entre los vivos, ni uno entre los aún no nacidos, nada más que mal! Seguid los preceptos del camarada Stalin. Aniquilad a la bestia fascista de una vez por todas en su guarida. ¡Usad la fuerza y arrancad por la violencia el orgullo racial de esas mujeres alemanas! ¡Tomadlas como vuestro botín de guerra!»

Es lo que hay. Cuenta Antony Beevor en su impresionante libro ‘Berlín. La caída: 1945′ que Stalin encontraba divertido que su soldadesca violara a las mujeres alemanas.

Pero no creo que esto pueda impresionar mucho al Tuerkas, cuyos anfitriones iraníes, que tan amablemente le ceden una televisión pública, Hispan TV, cuelgan a los homosexuales y a los blasfemos de las grúas y lapidan a las mujeres por adúlteras o por cristianas.

Y a este tipo le han votado 1.200.000 personas, va a más y es el político mejor valorado por los españoles. Como para no convertirse al pesimismo antropológico. Y más con lo que les voy a contar ahora: una de ellas es Javi Madrazo, un abrazo.

No va más.

 

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