Un artículo titulado "Los paracaidistas azules y fracaso de la Transición"

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Cacho viola el tabú y critica al Rey Juan Carlos

PD, Lunes, 31 de octubre 2005
Las tertulias de radio, donde casi siempre se impone la perversa máxima según la cual "perro no come perro" para evitar criticar o valorar a otros colegas, han pasado de refilón sobre el tema, que quiza se pierda en el fragor noticioso desatado por el nacimiento de la Infanta Leonor y en el despiste vacacional del largo puente de Todos los Santos, pero el artículo de Jesús Cacho no tiene desperdicio. Aparecía este domingo en la página 42 de El Mundo, bajo un titular casi críptico: "Los 'paracaidistas azules' y el fracaso de la Transición".

 Comienza Cacho afirmando que el Rey Juan Carlos tiene un importantísimo papel que desempeñar en un momento en que nos jugamos la unidad nacional. Añade que el problema reside en la oligarquía económico financiera madrileña. Y se pregunta a continuación: ¿qué ejemplo ha dado, puede dar, este Madrid convertido en un gran lodazal a unas periferias que han decidido jugar por su cuenta? Concluye afirmando que "las ramas del árbol están podridas porque el tronco se pudrió antes".

Todo ello, antes de afirmar tajante que, "a punto de cumplirse 30 años de la muerte de Franco, el episodio del Estatuto catalán, como antes el Plan Ibarretxe, no hace sino poner de manifiesto un fiasco colectivo, el fracaso de la Transición, de la salida amañada del franquismo".

Se mire por donde se mire, la realidad española de hoy es la de un país que no ha conseguido articularse, de vertebrarse en torno a un proyecto sólido y solidario de convivencia, incapaz de compartir idearios y metas comunes, con una periferia que tira del centro por los cuatro costados como un grupo de fieras que luchan por repartirse los despojos de un rumiante en la sabana africana.

Cuenta Jesús Cacho que tres meses antes de morirse Franco, cuando el entonces Príncipe consultó a José María Gil Robles a quién debería encargarle enterrar la dictadura y alumbrar la democracia, el veterano político le respondió que no le podía dar nombres, empeño absurdo, pero debería ser alguien que no hubiera tenido nada que ver con el Régimen, alguien con absoluto pedigrí democrático, porque en caso contrario se volvería en su contra andando el tiempo. Afirma Cacho que Gil Robles advirtió: «Y mucho cuidado con los paracaidistas azules».

Y ¿qué hizo el Rey con los consejos de Gil Robles? Pues despedir a Arias Navarro en el verano de 1976, y echarse en manos de Adolfo Suárez. Encomendarse a un paracaidista azul, Secretario General del Movimiento. Es el virus que infecta el infantil cuerpo de aquella democracia con la que no tantos españoles soñaban. Para expiar su pasado, Suárez legaliza de inmediato al PCE y da luz al Estado de las Autonomías. Café para todos. El Rey se echa a dormir. O mejor, se dedica a partir de entonces a hacer dinero. No quiere que le pase lo que a su padre. Se puso en manos de Manolo Prado y Colón de Carvajal, el valido, el hombre de los dineros privados del Monarca. Ya en vida de Franco, cuando la multinacional Ford vino a instalarse en España, el todavía Príncipe dirigió una carta a Henry Ford II recomendando a su amigo para dirigir la factoría de Almusafes. El mal ya estaba hecho.

Empieza el reparto del pastel. El monarca se rodea a partir de entonces de gente en la cresta de la ola del poder económico y financiero del momento: De la Rosa cuando sus petrodólares inundaban Madrid; Conde cuando al frente de Banesto parecía un poder emergente para décadas; Emilio Ybarra después; Polanco desde hace años; ahora también Botín, y siempre personajes que a su condición de millonarios unen su amor por la farándula y el sentido hedonista de la vida, tal que Alberto Alcocer. Siempre al lado de los ricos, de los ricos madrileños, se entiende, que son los que hacen y deshacen (sólo los ricos madrileños pueden hacer los grandes negocios. Botín vende Fenosa a March y da una patada en el culo a los millonarios gallegos, con Amancio Ortega al frente, que se creían con derecho a entrar en el coto de caza).Los que están en la cresta de la ola son mis amigos. Unas veces en el barco, otras en la finca, y casi siempre en la Bolsa. Los amigos de la desmesura. Nace una clase de trepadores e intermediarios que conforma el madrileñeo, porque en Madrid es donde está y seguirá estando el poder. La fuente de la corrupción ha sido siempre Madrid, no Palencia o Teruel. Y estos señores son los que deciden hacer de la Corte su particular casino. Adolfo Suárez y Felipe González miran hacia otro lado. Do ut des. Consienten a cambio de que consienta.

Subraya Cacho en El Mundo que ahí radica el fracaso del proyecto de España nacido de la llamada transición democrática: "Si la columna vertebral no es capaz de expandir un modelo de virtud digno de ser imitado, las extremidades se rebelan y terminan reclamando su derecho a participar en el festín. Las elites políticas regionales, preteridas por Madrid, reclaman su derecho a hacer en sus respectivos territorios lo que el madrileño viene haciendo en Madrid desde 1976".

Es una versión muy original de lo que se cuece tras los afanes soberanistas de Arnaldo Otegui o Carod Rovira. Todo ello para afirmar a continuación que no tiene sentido nombrar a nadie y soltar de inmediato una retahila de nombres cuya sola mención provoca chispas:

Y ya no tiene sentido hablar de De la Rosa, ni de Conde, ni del príncipe Chokotoua (haciendo ahora grandes negocios en Marruecos al lado del Sultán), ni siquiera de Prado. Ya no tiene sentido hablar de la habilidad de un sistema que cada cierto tiempo se purga y expele sus propias excrecencias, cambiando un poco para que, cual Príncipe de Lampedusa, todo siga siendo igual. La responsabilidad es de quienes siguen compartiendo ese entorno real sin la honestidad suficiente para decir la verdad. Fernández Campo sale cuando filtra a la prensa algunos detalles de la conducta real. Puig de la Bellacasa apenas dura unos meses en el avispero de Marivent. Antes de la llegada de Almansa, el Rey tantea a Guillermo de la Dehesa (curioso representante de ese madrileño de segundo nivel, que consiste en medrar a la sombra del poder: consejero de Fenosa en representación del Pastor; después consejero de Fenosa en representación del Santander; ahora consejero de Fenosa como independiente, y siempre dando doctrina sobre el corporate governance). De la Dehesa no aceptó el cargo porque quería hacer dinero. Una frase que resume el ideario de toda una clase que ha edificado su fortuna sobre la corrupción.

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