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«Los toreros de hoy parecen gente zafia, están rodeados de tontos»

Israel Cuchillo, Miércoles, 14 de diciembre 2005

Veintinueve años de matador de toros le permiten a uno estar de vuelta de todo y, por consiguiente, decir lo que piensa sin traumas, con naturalidad. Luis Francisco Esplá habla del desmoronamiento de la figura del torero como el que pide un café. Y no busca excusas fuera, sino que mira los problemas de dentro : "los toreros de hoy parecen gente zafia, están rodeados de tontos". Qué contentos se van a poner sus compañeros cuando lean ésto. Da igual, ya hemos dicho que está de vuelta. Sus inquietudes culturales le hacen mirar mucho más allá del ruedo: desde siempre como pintor y más recientemente como conferenciante, ya sea en el museo del Prado, en una facultad de matemáticas o ante un auditorio de rusos. Desde hace unas semanas la prestigiosa agencia de conferenciantes Thinking Heads gestiona sus charlas.

{p}Matador de toros, pintor, conferenciante...{/p}

{r}Estoy cerca de esa figura renacentista del hombre de acción con introspecciones en la cultura, lo que no quiere decir que yo sea un intelectual.{/r}

La imagen que se tiene de los toreros cada vez es más negativa, ¿qué grado de culpa tenéis vosotros?

Una de las cosas que menos me interesan ahora es ser torero. En los años cincuenta el torero tenía glamour, una forma de moverse dentro y fuera del ruedo muy distinta a como lo hacen ahora, eran tíos de otra galaxia. Los de hoy parecen gente zafia, están rodeados de tontos. De ahí el divorcio del intelectual con el torero. Este personaje ya no puede interesar a nadie, salvo horosas excepciones, que las hay.

¿Cuáles?

Joselito y José Tomás, por ejemplo. Cuando un torero trasciende más allá de su profesión la prensa amarilla se convierte en una lacra. Algunos como estos que te he nombrado y entre los que me incluyo, nos hemos refugiado en nuestro bastión y hemos preferido estar missing a ser maltratados. Es muy difícil mantenerse en la frontera del torero público respetado.

Creo que ya me ha contestado antes a esta pregunta: ¿Le gustaba más el toreo de cuando empezaba?

Por lo menos el cliché del torero, sí. Ese icono intangible, tan lejano del hombre normal, era fascinante para mí.

¿En qué dirección camina este espectáculo?

Es difícil vislumbrarlo, pero no me gusta la dinámica que lleva en estos momentos. El deterioro de imagen y conceptual a todos los niveles trasciende más allá de lo meramente taurino. Que haya llegado a ser políticamente incorrecto hablar de toros es un síntoma de dónde se encuentra el espectáculo.

¿Cuánto tiempo te queda en ésto?

Pues no sé si terminará antes el espectáculo o yo, porque creo que lleva una carrera que va a llegar antes que yo a la meta. Como no cambiemos las claves a muchos niveles, toda esa banalización a nivel de producción de corridas, de publicidad, de imagen, el espectáculo en sí, la liturgia que se desvanece, el cómo tratan el sistema e incluso algunos públicos al torero... Todo esto me hace vislumbrar que le quedan horas contadas, y si continúa funcionando lo hará en unas claves totalmente distintas.

Qué negro lo ves

Es que cuando algo no trasciende, no conmueve, como sucedía antes con los toros incluso entre los no aficiondos... Hasta la reacción de los antitaurinos era más visceral que ahora. Como dice el refrán, plaza que habla plaza que tiene próxima la rendición.

Después de tantos años de profesión, ¿has aprendido a controlar el miedo?

Al contrario, he incrementado mis miedos absurdos. A más prestigio más miedo, y no hay argumentos paliativos para ésto, porque alimentamos unos miedos tan racionales que no podemos desarrollar anticuerpos para ellos. Esa extraña relación que tenemos con el prestigio acentúa el miedo.

Entonces, ¿por qué sigues toreando?

Porque me queda mi relación con el toro, crear con él, compartir un espacio, formular unas claves para invertir su voluntad que al principio se opone, llevarlo por donde no quiere,concretar con él unas secuencias estéticas. Todo esto es el milagro que me hace seguir. No sucede todos los días, pero son momentos de una intensidad tal que es el más rotundo de los amores que se pueden sentir, es casi un estado de gracia. Pero, ojo, tienes que mantener una buena relación con el toro. Cuando pierdes la sintonía con él, y el público te presiona para que aquello funcione, y el toro que te presiona por el otro lado para que no...  Eso tiene que ser insoportable, y será entonces el momento de marcharse a casa. 

Ya que hablas de públicos y de presiones, ¿No crees que el núcleo duro de la afición de Madrid, que tanto te quiere y te consiente, es muy injusto con algunos de tus compañeros?

Madrid a mí también me ha tratado con dureza. Pero tiene memoria, y cuando llevas treinta años matando las corridas que ellos quieren, notan cierta voluntad por tu parte de funcionar en sintonía con ellos. Muchos toreros llevan en activo veinte años y se niegan a hacer ese esfuerzo. Y, claro, para esos toreros Madrid también tiene una memoria, crítica.

¿Y tu crítica hacia el periodismo taurino actual?

Hay de todo, pero me preocupa que se hayan creado estereotipos, como también ha ocurrido, por ejemplo, con la cartelística taurina: la copia de la copia de la copia. En general, y salvo excepciones, falta en el periodismo taurino ese personaje que rompa con la tradición, porque una cosa es lo que ocurra en la plaza y otra es cómo se cuente. Tienen que hacer críticas más atractivas y sugerentes, que se digieran mejor. Imaginación y romper esquemas, eso es lo que falta. Es que incluso los programas de radio y televisión utilizan un mismo formato. Y me preocupa todo esto, porque estamos en la era de la imagen y hay que actualizar todo lo que rodea al toro.