En su mayoría, los entrevistados coinciden en que la notificación al respecto es sólo un parapeto del Vaticano, ante el cúmulo de denuncias existentes. Sin embargo, mantienen la esperanza de que este paso abra la posibilidad de confirmar quién es Marcial Maciel y su legado. Uno de ellos, Juan Antonio Pérez Olvera, adelantó que hace dos días recibió información de España respecto a que en ese país se investiga la existencia de pasaportes falsos del sacerdote y su gusto por las drogas.

Saúl Barrales, otro de los involucrados, señaló la necesidad de sacar a la luz pública la vida de mentira que ha llevado el fundador de la orden: "Hoy tengo 73 años y me siento totalmente tranquilo, contento con mi vida cotidiana. Soy de los pocos privilegiados que fue invitado a participar en sus hechos de corrupción y porquería (sic), pero logré salir airoso".

Alejandro Espinosa, otro de los afectados, definió a Maciel como un "pillo con una intuición montuna para zafarse de los problemas. No creo en su renuncia, jamás ha dado la más mínima muestra de humildad.

"Toda su vida -agregó- se ha burlado de lo sagrado, de la conciencia, de la religión, de la Iglesia, y no digamos de un Papa que lo apoya. Lo más lógico sería que se le enjuicie y condene por los delitos que cometió en contra de menores de edad en el seminario que fundó. Pero también podemos esperar lo contrario. Puede que se trate simplemente de una cortina de humo para tapar la herida moral causada a la Iglesia."

Pérez Olvera evocó los excesos de los que fue testigo y víctima. Recordó una anécdota que vincula a Rigoberto Fernández (mejor conocido como Cristóforo en su papel de procurador de la orden), al cual calificó de "putísimo: yo tenía 12 años y un día, casualmente, vi a dos personas bañarse mutuamente en la alberca. Eran el padre de novicios del seminario, Rafael Larumí, y mi ex compañero, quien también fue abusado por Maciel".