Hay ciertos cuerpos que, teniendo razones o motivos para considerarse insatisfechos con las condiciones de su trabajo, no consiguen nunca ser considerados como víctimas
El fallecido presidente norteamericano, azote de los proletarios y bestia negra del progresismo, se convierte ahora en la referencia a seguir de un Gobierno que siempre presumió de estar a favor de los más débiles. Lo dijo María Antonia Iglesias en La Noria: «Los controladores representan a la ultraderecha». El caos desatado por la huelga salvaje tenía un claro culpable para la izquierda: el PP. «El líder de la oposición no ha dicho nada», clamaba Enric Sopena. Y José Blanco elogiando a Reagan.
Como ya reseñó Periodista Digital, El País dedicaba un editorial el 5 de diciembre de 2010, ‘El Gobierno se impone‘, al boicot de los controladores:
El incivismo y la inadmisible actitud de los controladores –poco más de 2.000 profesionales a los que sucesivos Gobiernos, empezando por los del PP, han permitido irresponsablemente acaparar más poder de lo saludable en cualquier sociedad desarrollada– cobra mayor gravedad precisamente en este deteriorado contexto económico.
El diaro de Prisa pasaba así de culpar en exclusiva a los controladores –un colectivo que «no es de fiar»– del caos aeroportuario en su editorial del 4 de diciembre de 2010, ‘Golpe aéreo‘, a señalar a la oposición. Pero lo que no ha hecho hasta ahora es cuestionarse la responsabilidad del Gobierno en lo sucedido. De hecho, lo defendió el 5 de diciembre:
La militarización y la movilización obligatoria ha sido la única medida capaz de torcer el brazo a un grupo endiosado de privilegiados que ha echado un pulso al Estado sobre las espaldas de cientos de miles de ciudadanos indefensos.
Una mano dura con la que El País no se mostraba de acuerdo en 1981, cuando en su editorial ‘La huelga y Reagan‘ desaprobaba la actuación ‘autoritaria’ del ex-presidente americano en una huelga similiar en Estados Unidos que acabó con el despido de más de 11.000 controladores, como destaca El blog de Santiago González:
El conflicto entre el presidente Reagan y los controladores aéreos en huelga en Estados Unidos puede tener consecuencias graves. Reagan no solo continúa el espíritu del capitalismo conservador, que ha procurado siempre restringir y limitar el derecho de huelga y lo tiñe con su especial estilo de rudeza e intransigencia, sino que esta vez tiene la convicción de que la opinión pública va a estar a su lado.
Lo que en EE.UU. era restringir el derecho a huelga, en España es un imperativo. Además, en el mismo editorial, defendía a los controladores como un colectivo objeto de perjuicios.
Hay ciertos cuerpos que, teniendo razones o motivos para considerarse insatisfechos con las condiciones de su trabajo, no consiguen nunca ser considerados como víctimas, porque esos salarios, horarios y tensiones que ellos denuncian como insuficientes parecen privilegiados a otros sectores laborales.
Para el periódico dirigido por Javier Moreno, la actuación del Gobierno fue acertada con la declaración del «estado de alarma», sin embargo, en el caso de Reagan, abogaba por la intervención de otro organismo que no fuera el Gobierno.
Reagan se apoya sobre esta impopularidad de las huelgas –y, concretamente, de esta huelga [de controladores]–, hasta el punto de que no vacila en comprometer en ella la propia autoridad del presidente en lugar de dejarla en manos de autoridades secundarias.
Mientras, El País obvia si el Gobierno sabía que los controladores harían una huelga brutal ante el decreto, qué soluciones aportará al conflicto, a parte de las militares, y quién pagará finalmente las elevadas indemnizaciones a los viajeros afectados.