El ‘fantasma' Barroso atormenta a los fieles a Rubalcaba, que conocen su capacidad de influencia incluso entre algunos grupos editoriales no afines a la línea del PSOE
Juan Luis Cebrián siempre ha mandado mucho y ahora, por mucho que cambien las cosas en La Moncloa y en el Congreso de los Diputados, deja claro que quiere seguir mandando. Y por si alguno duda, deja un recadito en forma de ajuste de cuentas.
«El derrotado no es Alfredo Pérez Rubalcaba, sino José Luis Rodríguez Zapatero».
Con esa frase desayunaba el 21 de noviembre de 2011, un día después de la terrible derrota electoral socialista en las urnas, el presidente del Gobierno y la dirigencia del PSOE.
¿Mazazo propinado desde los medios menos favorables a la línea socialista? En absoluto. Fuego no tan amigo disparado desde la sede de El País.
El proyectil de la Grosse Bertha de Prisa lanzado en forma de editorial apenas unas horas después de que los electores españoles dieran la espalda al PSOE, otorgándole su descalabro histórico en la democracia con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, volvió a poner de manifiesto la escasa sintonía existente entre la cúpula del Grupo Prisa y el presidente del Gobierno.
El editorial, de un tono chocarrero sorprendente, translucía una buena parte de las heridas sangrantes del Grupo Prisa a través de dos legislaturas.
«Que el señor presidente del Gobierno no se sabe ir es algo comprobado por todos los españoles» o «Su familia y su casa de León le esperan para disfrutar de un descanso bien ganado» se alternaban con invocaciones que recordaban a aquel José María Aznar del «¡Váyase, señor González!»:
«Váyase, José Luis Rodríguez Zapatero, en buena hora de sus responsabilidades al frente del mismo [PSOE] y permita a los socialistas reordenar su casa antes de que los vendavales de este invierno degeneren en tornado».
Pero los golpes en forma de editorial no terminaron ahí. Una semana después del 20-N, de nuevo El País volvía a atizar al ya jefe del Ejecutivo saliente, al que acusaba de haber llevado a cabo «una forma de gobernar que, frívola en tiempos de bonanza, se convirtió en temeraria para el país y para el propio Partido Socialista cuando comenzaron las dificultades».
Viejas cuentas
Mientras el diario inspirado por Juan Luis Cebrián reclamaba responsabilidades, Alfredo Pérez Rubalcaba tan solo era citado en el editorial de marras como postulante a la Secretaría General del PSOE.
También Carme Chacón, pero apostillada con que «como miembro de la Ejecutiva catalana comparte los malos resultados en esa comunidad».
Una frase que levantó ampollas en el entorno de Chacón, donde se preguntaron, indignados, si Rubalcaba no compartía también los pésimos resultados de su candidatura.
La preparación del panorama político socialista tras el zapaterismo está clara para Prisa: apoyo a un viejo amigo, Rubalcaba, tras casi una década de pésima relación con el todavía secretario general del PSOE, Zapatero.
La estrategia pasa por responsabilizar a este de la debacle del PSOE y presentar a Rubalcaba como un afectado por la gestión del Gobierno. De paso, se saldan viejas cuentas.
Que Cebrián y Zapatero se soportaron lo justo es algo conocido desde que el leonés vallisoletano llegó a la Secretaría General del PSOE.
Uno de sus objetivos pasaba por librarse de lo que juzgaba como la tutela de Prisa, a la que, además, vinculaba a un felipismo del que entonces huía como de la peste.
Recordaba aquella anécdota apócrifa que corría por las filas socialistas: la llamada de Cebrián a Javier Solana pidiéndole la dimisión de José Barrionuevo como ministro del Interior por el caso GAL, y no porque la pidiera un periódico, sino El País.
Brujos visitadores
Ya con Zapatero en el Gobierno, Prisa contempló con inquietud cómo un grupo de personas con experiencia en el periodismo y la comunicación, muchos de ellos salidos de la empresa fundada por Jesús Polanco, se reunían en torno al flamante jefe del Ejecutivo.
Él quería un grupo mediático propio y ellos buscaban dárselo. Eran el uno para los otros y los otros para el uno.
Todo ello bajo la inspiración del poderoso secretario de Comunicación y asesor más escuchado por Zapatero, Miguel Barroso, un periodista que había dirigido el gabinete del ministro de Educación José Antonio Maravall, íntimo amigo y socio de José Miguel Contreras en la consultoría política, en Gabinete de Estudios de Comunicación Audiovisual (GECA).
Contreras, experiodista de El País y estimado como uno de los grandes expertos en televisión de España, era señalado también como otra de las cabezas rectoras de ese clan.
A él se añadía el brillante y laborioso Antonio García Ferreras, exdirector de la Cadena SER y eterno candidato a regir la comunicación del Real Madrid.
Y dentro del mismo círculo, pero algo más apartado, Jaume Roures, el hombre de los derechos televisivos del fútbol español.
Precisamente en torno a este trío se conformó La Sexta a través de la polémica adjudicación de una licencia de emisión en abierto analógica. Por cierto, que Prisa, aunque ahora Cebrián lo obvie, también recibió la suya para poner en marcha Cuatro.
La puesta en marcha de ese nuevo grupo mediático articulado en torno a La Sexta, el diario Público y el apoyo a través de las adjudicaciones de contratos a las productoras de sus socios, junto al intento de Roures de copar las retransmisiones de los partidos, desataron el conflicto civil en el ámbito de la izquierda mediática a través de la llamada guerra del fútbol.
Las descalificaciones por parte de responsables de ambos bandos -Cebrián los bautizó como los «brujos visitadores» de La Moncloa y Roures le recordó su pasado de servicio en medios franquistas- dieron lugar a ataques furibundos a uno y otro lado.
La cuestión, ahora, es ver qué sucederá en función de quién ocupe la Secretaría General del PSOE.
Batalla por el PSOE… y algo más
La rivalidad entre los dos posibles postulantes a la Secretaría General socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón, trasciende lo meramente político para llegar a lo mediático.
Si se da por hecho que Rubalcaba alinea tras de sí la artillería del Grupo Prisa, Chacón pondría en batería la del entorno de los medios más afines a Zapatero. Tanto Prisa como el entorno de Rubalcaba creen que la ministra de Defensa recurrirá a su marido, Miguel Barroso, para diseñar su campaña.
Barroso, tan escuchado por Zapatero, pudo notar la escasa simpatía que siente por él Rubalcaba cuando este prescindió de su asesoramiento para el debate electoral con Mariano Rajoy, que se saldó con su derrota.
El ‘fantasma’ Barroso atormenta a los fieles a Rubalcaba, que conocen su capacidad de influencia incluso entre algunos grupos editoriales no afines a la línea del PSOE, y muchos menos a la del derrotado candidato.