A veces pienso que hasta para criticarlo el PP aburre mortalmente a la izquierda. Ahora gobierna en España con mayoría absoluta, está aplicando un programa de recortes sin precedentes, copa la mayor parte de las comunidades autónomas: da igual; el PSOE, ese partido que nos ha llevado a donde estamos y que parece enfermo terminal de almuniosis está en pleno proceso de decidir quién le llevara al desguace de la historia, si un viejo zorro corresponsable de las decisiones de Zapatero o una joven promesa responsable de las decisiones de Zapatero, y eso merece que los rojos mediáticos abran a la grande con cosa tan pequeña.
«La batalla entre Rubalcaba y Chacón divide al PSOE en todas las regiones», abre El País. No dice, aunque tiene su interés, que también divide a la Prensa de izquierdas entre rubalcabianos como la propia Prisa, que aspira que los socialistas vuelvan a ser su filial política, como antaño, y chaconistas a lo Público, que podría prolongar su agonía en respiración asistida si gana su chica y se convierte en el diario oficioso del PSOE.
Público, por cierto, deja el asunto de la sucesión a Zapatero en la foto de primera y su segundo titular: «Arranca la cuenta atrás para la sucesión en el PSOE». Lo primero, el Yernogate: «Urdangarín y su socio se enfrentan a una fianza de hasta 3 millones».
El duelo
Incluso el reverendo Gabilondo olvida sus jeremiadas de estas últimas semanas para pedalear sobre el duelo Rubalcaba-Chacón. Como acostumbra, su plática es una mezcla de obviedades y preguntas. De las primeras, «el socialismo está en una etapa de enorme confusión»… «y de enorme complicación ideológica»; de las segundas: «¿Para qué sirve el socialismo?». ¡Esa me la sé! Para nada bueno.
El diario de Berggruen no va a dejar escapar así como así a los húngaros, que están revelando un censurable hábito de independencia. En su editorial, «Regresión húngara«, El País revela con toda inocencia la tiranía orwelliana en que se ha convertido la Unión Europea, en la que unos funcionarios no elegidos desde Bruselas pretenden decir a pueblos que ni entienden ni respetan cómo deben organizar sus vidas.
«La deriva autoritaria emprendida por el Gobierno húngaro no es el primer caso de esta naturaleza que se plantea en el seno de la Unión», señala el citado editorial. «Algo similar ocurrió en Austria y después en Italia, cuando partidos de ultraderecha se incorporaron a los respectivos Gobiernos e impusieron su agenda política. La respuesta frente a Austria, o la falta de ella frente a Italia, pusieron de relieve que la Unión carece de instrumentos eficaces para prevenir y corregir la vulneración de principios políticos y jurídicos irrenunciables por parte de algunos miembros».
Criticar por criticar
Sí, han leído bien: los de Berggruen lamentan que la UE todavía no disponga de un instrumento para obligar a los países miembros a pasar por el aro con independencia de lo que quiera su abrumadora mayoría (o arrolladora mayoría, como reconoce el propio editorial).
Por criticar, El País critica que el Gobierno de Víktor Orbán (desde ahora, uno de mis héroes) haya derogado la ley que impedía juzgar casos criminales imputables a políticos de la era comunista. Eso, que es digno de aplauso en España -Memoria Histórica y todo eso-, es censurable en el Este. ¿Por qué será?
Almudena Grandes (El País) augura su placer cuando los votantes de Rajoy se decpecionen
Porque los criterios para juzgar a la izquierda y a la derecha son distintos. Siempre. Para lograrlo son capaces de poner la realidad patas arriba. Es lo que hace Almudena Grandes en su columna «Placer«: «Es un chiste muy viejo, y seguramente, ni siquiera muy bueno, aunque a mí me gusta porque parece hecho a mi medida. Un español le dice a otro: yo soy de izquierdas, republicano y del Atleti. El otro se le queda mirando con cara de pena y le pregunta: ¿y tú, cuándo disfrutas?» (…) Si esto es lo que Rajoy entiende por gobernar para la mayoría, todavía tendré que agradecerle la oportunidad de darle la vuelta al chiste de mi vida. Cuando sus votantes empiecen a pagar por las recetas, podré advertirles que se lo tienen muy bien empleado. Será un placer mezquino, lo sé, pero no dejará de ser un placer».
Quitando la referencia a un club de fútbol famoso por defraudar a su entregadísima afición, los otros dos términos carecen de sentido. Prueben esto: «Yo soy de derechas, monárquico y católico». Ese sí que tiene pocas posibilidades de encontrar consuelo en la vida pública. Si, además, es húngaro, que Dios le coja confesado. Ser de izquierdas ha sido disfrutar durante más tiempo que ninguna otra formación ideológica, porque de izquierdas es el partido que más ha gobernado, con diferencia, en democracia, y hasta de izquierdas son las primeras medidas que adopta el partido de derecha ya en el poder. Ser republicano, por otra parte, es últimamente una inagotable fuente de satisfacciones, con Urdangarín y su real cónyuge en boca de todos y no para llamarle bonito.
Pero es que ser de izquierdas es como ser del Barça y fingirse del Atleti; tener todas las satisfacciones del triunfo y aspirar a toda la poesía de la resistencia y la derrota.
Los 10 motivos
Sigo empeñado en que Público es necesario, lo que no siempre se comprende bien en esta casa. El propio diario de Roures -que, estoy seguro, está liquidando cuadros y patrimonio para acudir al rescate- habla de 10 motivos. Y, mucho más significativo, el otro día nos ilustraba sobre «Los mitos económicos que ya no sirven en 2012«. Lástima que, cuando uno los lee, tenga que dividirlos en dos grupos: los que de ninguna manera se consigue refutar -como que «Si se abarata el despido, las empresas contratan», para lo que usa el método de presuponer que es el único factor- y los que nadie ha creído jamás, con lo que es fácil rebatirlos. Por ejemplo, que «La desigualdad propulsa la economía» o que «No es posible subir los impuestos a los ricos».
Piénsenlo bien: ¿dónde, en la Prensa diaria, va a encontrar una fuente de humor involuntario tan completa? Háganme caso, después de pedir su ejemplar de LA GACETA, solicite uno de Público. Valdrá la pena, aunque sólo sea por la cara de mosqueo del kiosquero.