Me encanta lo que hago, pero no tanto como leer a mis espejos, los francotiradores de la zurda que arremeten contra los de esta orilla, si bien en su caso el vituperio es caricia y en el nuestro la crítica es siempre feroz.
Por eso, en el naufragio cronometrado y teledirigido desde Beverly Hills de ese diario ad hoc del zapaterismo, Público, echo especialmente de menos a mi espejo, Javier Vizcaíno, que siempre tenía una palabra amable para este su diario. Ya, ya sé que está José María «El Tuerto», el hombre que todo lo ve con un solo ojo, pero todas las críticas de este maestro de demoscópicos estaban siempre teñidas de un desprecio tan olímpico que no había modo de alzarse a él sin quedarse sin oxígeno.
Javi es mi tipo de rojo, el que arrea sin contemplaciones y no nos mira a los cavernarios a través de un telescopio. Pues bien, Vizcaíno no ha querido dejarnos huérfanos y sin otro ataque que la ceja alzada hasta el infinito de El Ojo Izquierdo, el blog que José María Izquierdo publica para el grupo propiedad del fondo americano de capital riesgo Liberty. Ha nacido en Internet Diestrilandia, un trasgo semanal de la izquierda del que auguro emocionantes ofensivas en toda la línea.
Paranoia con la conspiranoia
Su primer comentario, «Revival conspiranoico«, abre con una viñeta de Quero, nuestro Quero, lo que siempre es de agradecer, y dispara desde el minuto uno: «Un fiscal general del Estado de gaviota en astillero ha devuelto la alegría a la peonada negra». ¡Olé! Y aclara, por si no se veía por dónde iba: «Por el poder que le ha sido asignado y porque le sale de las puñetas, Eduardo Torres-Dulce ha mandado investigar un montón de chatarra que llevaba ocho años abandonada en un cobertizo hasta que la descubrió uno de los incansables husmeadores conspiranoicos y ‘Libertad Digital’ corrió a dar la voz».
Casualmente -o no-, El País dedica un solemne editorial, inusualmente apasionado para lo que se estila en el diario de referencia, sobre el mismo asunto, «La insidia inacabable del 11-M«. Tanta pasión, incluso, que se deja leer, lo que es casi un first en editoriales prisaicos:
«El flamante fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, aguantó a pie firme el primer envite de los conspiranoicos del 11-M, poquitos pero insistentes, pero se ha rendido a la segunda tanda de patadas a las espinillas. Y se investigarán, dice, unos hierros con los que alguien se ha topado -ahora, ocho años después del salvaje atentado- arrumbados en un desvencijado cobertizo».
La novela negra no es mi género, ni estoy puesto en el asunto de las mochilas, el tytadine y los suicidas de Lavapiés. No tengo opinión formada, y si la cosa fue como dice la versión oficial y todo quedó así de limpito, sin hilos por descubrir y con los culpables ordenadamente muertos de golpe, no tengo el menor inconveniente.
Lo que no entiendo es el nerviosismo de la izquierda. Sí, nerviosismo; histeria, si me apuran. Estamos ante el mayor atentado terrorista de nuestra historia, y hay autos del juez Garzón que han tardado en ser resueltos bastantes más años que este caso. ¿Qué de malo puede haber en investigar? ¿Por qué están tan seguros de que no hay ninguna otra pista que seguir, ninguna otra incógnita que despejar? No estamos hablando de un robo en una farmacia, sino de la muerte violenta de casi 200 personas en un ataque que probablemente condicionó el voto de millones.
Los huecos de la verdad
No dejan de desconcertarme los durísimos calificativos que emplea la Prensa de izquierdas, la misma que exige que se investiguen crímenes de hace más de 70 años, para descalificar cualquier curiosidad oficial en una historia que, aún admitiendo en todo la versión acordada por los tribunales, tiene aún más agujeros que un gruyere.
En esto del terrorismo siempre han sido muy suyos. Ahora estamos con la milonga de que, como los asesinos de ETA, por el momento, se han cansado de hacer del tiro en la nuca la ultima ratio de su acción política tenemos que decir eso de que el pasado es el pasado y pelillos a la mar. Sí, vale, mataban; pero siendo marxistas-leninistas, muy malos no podían ser, y no quiero acordarme de las veces que la izquierda ha comparado el PP con ETA y la segunda ha salido hasta guapa.
No es que vayan a sugerir, así, de frente y sin anestesia, que hay que sacar mañana a los etarras con sangre en las manos de la cárcel. Nunca lo hacen así, al menos los que saben. No lo hicieron con el aborto, no lo están haciendo con la eutanasia: primero hay que preparar a la ciudadanía con una adecuada narrativa. No me duelen prendas en reconocerlo: El País es el amo en esta estrategia. De hecho, lo que comentábamos antes no está en primera, no: el diario de referencia abre con este conmovedor titular: «El empresario Revilla se reúne con el etarra que le secuestró» (música de violines; preparen los pañuelos).
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