Voy a tener que renunciar, muy a mi pesar, a Escolar el Chico, don Ignacio, que cada vez que trato de él in extenso me cae una rectificación. Nacho sigue muy, muy ofendido por el caso que tratábamos ayer, ya saben, la dichosa foto en la que supuestamente se le ve tuiteando sobre la manifestación sindical desde el parque del Retiro. Nacho me reprocha que dijera que no negó la acusación principal cuando asegura que sí lo hizo y que diera la impresión, en fin, de que no asistió a la marcha obrera. En el primer caso, pequé por error y, en el segundo, creo que él se equivoca.
Pero lleno del espíritu de penitencia de estas fechas, rectifico humildemente: Nacho tiene testigos de que estaba en la manifa como el primero, y ha negado que los tuits de marras los enviara desde el Retiro (donde estuvo en otro momento del día).
Pero también le gustaría que dijera que la información que daba Periodista Digital es falsa, y eso no puedo hacerlo, porque lo ignoro. ¿Vale así?
Mariano de los Cien Días
No sé qué tiene últimamente El País con las metáforas climáticas y geológicas en su primera. El otro día ponía a Rajoy «en el ojo del huracán», un símil tan manido que resulta desconcertante en el diario de referencia’; hoy titula: «Rajoy cumple cien días con España en el epicentro de la crisis europea«. Quizá por hablar de Rajoy, el diario de Liberty galleguea un poco en el editorial, «Cien días de realidad»: «Rajoy y el PP concentran el mayor poder institucional del que ha dispuesto una fuerza política en España en democracia, a pesar del revés electoral en Andalucía y de una salida aún incierta en Asturias. Dependiendo de cómo lo empleen, el país saldrá de la crisis fortalecido o desgarrado por heridas sociales y políticas que costará restañar». Vamos, que puede que sí o puede que no, que Rajoy suba las escaleras o las esté bajando. En el PSOE no son de opinión tan ambigua.
Rojo que te quiero rojo
Publico.es analiza el periodo simbólico en su información «Cien días entre recortes». «El Gobierno empieza a notar el desgaste en apenas tres meses tras el fracaso en Andalucía y por la movilización social contra sus ajustes. El equipo de Rajoy, más preocupado en cumplir con las obligaciones de Bruselas, dice sentirse orgulloso». Oh, vaya, ya hemos olvidado cómo reaccionó Zapatero ante una sola llamada de teléfono. El ex presidente no estaba «preocupado en cumplir las obligaciones de Bruselas», supongo.
Para Prisa, lo económico ya apenas es objeto de discusión; la ideología -su progresía de origen- está en otras partes. Así, titula: «Las banderas de la maternidad y del esfuerzo escolar«, donde dice: «Para quienes esperaban un Gobierno centrado en lo económico y que pasara de puntillas por los asuntos ideológicamente más conflictivos, el desmentido no podía ser más rotundo».
Fuera de la izquierda, este comienzo no puede parecer más absurdo. Si algo está haciendo timidísimamente el Gobierno del PP en ‘temas sociales’ que resultan esenciales para una buena parte de su electorado natural es reparar mínimamente lo que fue un asalto, este sí ideológico, a la realidad española por parte del Gobierno Zapatero, que ni dudó meses ni buscó consensos para aprobar ley tras ley de ingeniería social salvaje.
Y, sí, el PP está pasando de puntillas sobre los temas ideológicamente más conflictivos y nos trata como estómagos con patas que sólo estuviéramos interesados en el PIB. Han pasado los dichosos cien días y ¿qué ha cambiado en ese aspecto, salvo declaraciones más o menos rumbosas del ministro de Justicia? ¿Se ha detenido la masacre abortista y no nos hemos enterado?
Vivimos en un universo racional. Las conductas de los hombres son explicables siempre, aunque no siempre la explicación esté a nuestro alcance. Por eso me han dejado un poco perplejo las palabras del líder de la oposición por los pelos, nuestro viejo conocido Alfredo Pérez Rubalcaba.
La derecha usa la crisis como «pretexto para destruir el Estado del bienestar», me entero por El País que dice Rubalcaba. Ahora, yo estoy perfectamente dispuesto a creerme lo peor de los Gobiernos en general y de este en particular. Pero no voy a creerme que actúe contra sus propios intereses.
Con independencia de las metas expresadas por los partidos, el principal objetivo del poder es poder. Y el Estado del Bienestar, pese a su engañoso nombre, consiste básicamente en que la ciudadanía cede al Estado más y más poder a cambio de una seguridad que se ha revelado ilusoria.
Quiero decir que el Gobierno del PP tiene tan pocas ganas como el PSOE -o como cualquier otro Gobierno- de perder poder, que eso es recortar (sólo con dinero se puede mandar). Y si tiene que hacerlo porque no hay más cera que la que arde, lo hará lo mínimo y con desgana, no como excusa. Titula El País la información: «Rubalcaba: «El PP cobra a los trabajadores y baja impuestos a los defraudadores«. Eso sí que es descender a demagogias bananeras, especialmente cuando se ha vicepresidido un Gobierno cuyo último acto consistió en indultar a un banquero condenado y que rebajó el sueldo de los funcionarios y congeló las pensiones.
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