El gran Luis Cantero falleció sólo en su casa de su Granada natal; su cadáver permaneció durante tres días en su domicilio y lo detectaron porque su ausencia extrañó en el restaurante al que acudía a comer
Hace muchos años, alla por 1983 y en Nueva York, nos dio a todos los correponsales españoles en la ciudad una lección magistral. Estábamos en el Spanish Institute, alineados para saludar al Rey Juan Carlos y Luis Cantero ocupaba la última plaza.
Para facilitar las cosas al monarca, cuando llegaba a la altura de cada uno de nosotros, todos -sin excepción- decíamos el medio al que pertenecíamos.
Y la cosa discurrió normal, hasta que Su Majestad tuvo justo enfrente a Luis. El, que era tan alto como el soberano y único en su especie, en lugar de citar el nombre de su publicación, estiró la mano, sonrió y con voz de barítono explicó:
«Majestad, yo trabajo para el único medio de comunicación español que siempre dice siempre la verdad en sus páginas centrales».
El Rey, que tiene mucha más correa de lo que muchos imaginan, lo miró festivo, guiñó un ojo y antes de soltar una contagiosa carcajada, exclamó:
«¡Interviú!».
Ya por aquel entonces, el semanario líder del Grupo Zeta tenía la sana costumbre de reservar sus páginas centrales a una maciza, que posaba totalmente desnuda y es evidente que el Rey estaba al tanto.
Luis Cantero falleció el pasado 15 de octubre de 2012 en su casa de Granada, su ciudad natal. Creció profesionalmente en Barcelona, recaló en Madrid y transitó por medio mundo, pero sus raices estaban en el sur.
Para los jóvenes periodistas que no tuvieron el placer de conocerlo, hay que subrayar que Cantero publicó sus reportajes y crónicas entre los años 1976 y 1999 en Interviú y terminó su carrera, ya cuesta abajo, en la televisión privada.
Luis Cantero fue el pionero de los reportajes «provocación«, un género periodístico que sólo Interviú cultivó con notable éxito en la España de la Transición y durante los primeros años de democracia real y que consistía en imaginar una historia inverosimil, recrearla y observar las reacciones de la gente.
Como reseña en su blog Luis Montero, que compartió con él muchas horas de labor al servicio del Grupo Zeta, el archivo de Interviú contiene un centenar de reportajes con títulos tan singulares como «Así evadimos un millón» (Interviú 20), «Usted con mi mujer, yo con la suya» (Interviú 50), «Los que adoran las bragas» (Interviú 57), «Interviu va de putas» (extra de verano 1977), «El orgasmo telefónico» (Interviu 70), «Amaos los unos encima de los otros» (Interviú 80), «Mariquita por un día» (Interviu 108), «Fornica y vende cuadros» (Interviú 155) o «Robamos las ruedas a un coche» (Interviú 159).
Cantero también fue autor de secciones como «La vuelta al mundo en 80 camas», a finales de la década de los setenta y «Memorias indiscretas de un reportero» en su etapa final, donde contaba muchas de las anécdotas que hicieron de él uno de los mejores plumillas del periodismo español.
Pero Luis Cantero también fue un periodista «sesudo» que logró, por ejemplo, entrevistar a Suárez en bañador durante sus vacaciones en Mallorca o hacer perfiles de Antonio Gala, Paco Umbral o Juan María Arzak.
Cantero se convirtió en uno de los pocos periodistas con el que Don Juan Carlos rompía el protocolo para decirle lo que bien que vivía. Sin embargo, y tras retirarse, apenas se sabía nada de él.
Su muerte, a causa de una embolia pulmonar, se produjo el pasado 15 de octubre, en la absoluta soledad de un modesto piso que había pertenecido a sus padres.
Su cadáver permaneció durante tres días en su domicilio y lo detectaron los vecinos y amigos del barrio porque su ausencia extrañó en el pequeño restaurante al que acudía a comer.
Y ahora viene la desoladora conclusión. Como subraya en La Otra Crónica de El Mundo una dolida Pilar Eyre, que fue su compañera de redacción en la revista del Grupo Zeta:
«Su fallecimiento no ha merecido ni una sólo línea en los periódicos».